Nuevamente, el sector arrocero es atacado por los abanderados del libre comercio, como lo expuso don José Rafael Brenes Vega en su artículo “El costo de un voto”, publicado recientemente en La Nación .
El articulista sataniza la protección arancelaria que reciben los sectores productivos agropecuarios sensibles, que deben enfrentar permanentemente las amplias distorsiones del mercado internacional, producto de los subsidios que otorgan los países desarrollados a sus propios productores. Se trata de un argumento pobre, que desconoce la existencia de las enormes imperfecciones de competencia que están presentes en el comercio mundial.
Ignorar esta realidad, como lo pretende el articulista, llevaría a desproteger y eliminar los aranceles de importación para hacer desaparecer, a medio plazo, la producción de sectores agropecuarios nacionales sensibles, tal como lo es el caso del arroz, con un 35% DAI; los productos lácteos, con un 65% DAI; el azúcar, con un 45% DAI; las carnes de cerdo, con un 45% DAI; de pollo, con un 150% DAI; y de res, con un 45% DAI. Actividades productivas, todas, de enorme importancia alimentaria para nuestra población que, como resultado de los elevados niveles de distorsión de los mercados mundiales, han obligado a que, históricamente, todos estos sectores productivos gocen de mayores niveles de protección arancelaria.
Bajo esta pobre lógica, ¿por qué, entonces, el autor del artículo aparentemente desconoce y no arremete contra otros sectores agropecuarios, que, como podemos apreciar, constituyen alimentos importantes de nuestra canasta básica alimentaria y, aun así, gozan de mayores niveles de protección arancelaria? ¿Es que, acaso, solo los niveles arancelarios de protección del arroz importan al autor, o es que asume que únicamente, en el caso del arroz, existe un mercado de competencia perfecta a nivel mundial, sin distorsiones y subsidios?
¿Cuáles serán, entonces, las intenciones reales de atacar a una actividad productiva, como lo es la del arroz, que aporta de forma importante a la seguridad alimentaria de nuestro país, ante la inestabilidad que genera el proceso mundial de cambio climático, y que constituye una fuente de fomento del empleo rural en las zonas económicamente más deprimidas de Costa Rica, según lo ha evidenciado el último Informe del Estado de la Nación?
Proteger nuestra agricultura más sensible y distorsionada en el comercio mundial, frente a las prácticas comerciales de competencia desleal, es una opción legítima a la que tenemos derecho en nuestra condición de países contratantes de la Organización Mundial del Comercio (OMC), pues desmantelar los aranceles de importación de forma irresponsable sometería la evolución de los precios de estos productos en el mercado local a los vaivenes de unos pocos especuladores que aprovechan la coyuntura de su participación oligopólica en el mercado, para incrementar sus utilidades, y nunca para beneficiar a los consumidores.
De buenas intenciones está empedrado el camino al infierno, don José Rafael Brenes.