El pasado domingo 28 de julio, el periódico La Nación publicó un reportaje sobre el Sanatorio Durán que resume algunos recuerdos y una suma de abandonos que invitan a la reflexión.
El Sanatorio Durán fue un hospital público especializado en la atención de enfermos tuberculosos. Abrió sus puertas en 1917, después de grandes esfuerzos llevados a cabo por personas notables, por el Estado y por la sociedad costarricense en general, y orientados a la atención del principal problema de salud de la época. Su fundación, mantenimiento y operación fue resultado de un compromiso nacional por mejorar la salud de los habitantes por más de medio siglo.
Institución importante. Esta institución jugó un papel muy importante en la historia de la salud pública y la medicina, en el contexto del desarrollo de la Costa Rica de inicios del siglo XX. Representa un extraordinario esfuerzo nacional para atender una enfermedad cuya importancia, transportada a nuestros días, era superior a lo que hoy representa el cáncer.
El reportaje de La Nación narra y las imágenes comprueban que el Sanatorio Durán hoy padece de la misma enfermedad para la cual fue creado. Con el paso del tiempo ha desarrollado una especie de tuberculosis que ha carcomido no solo sus paredes, sino también una gran parte de su historia.
El abordaje de esta enfermedad se modificó sustancialmente con el advenimiento de los antibióticos contra el germen que la producía y con la introducción de la vacuna BCG. Estos dos hechos fueron determinantes para modificar la forma de entender y abordar la tuberculosis. Pero no son factores suficientes para borrar un pedazo de la historia de un gran ejemplo de una causa nacional.
El reportaje invita, además, a plantear un rescate no solo de este maravilloso edificio, sino de todo el contexto de su historia. Lo que queda por hacer hoy es mantener vivo el compromiso con la salud y con la historia. Que instituciones públicas y privadas, universidades y centros de investigación, organizaciones académicas y de otra índole, y también personas, puedan converger en un programa de acciones para rescatar este pedazo de historia costarricense.
¡Salvemos el Sanatorio ya!
Y es que le queda poco tiempo para sucumbir ante el inexorable paso del tiempo y de su propia tuberculosis.