Costa Rica se ufana ante el mundo de ser un país verde, conservacionista. Es una fama que comenzó a ganarse en los años 70, cuando dos hombres visionarios, don Álvaro Ugalde (q.d.D.g.) y don Mario Boza, apoyados por unos valientes que en aquel momento se llamaron guardaparques, fundaron el Servicio de Parques Nacionales. Con el tiempo, las áreas protegidas fueron creciendo hasta alcanzar el 25% del territorio nacional. En ese momento, con merecida razón, se nos comenzó a considerar líderes de la conservación.
A finales de los años 80, las áreas protegidas se constituyeron en el principal imán de atracción para los turistas extranjeros, el turismo fue creciendo hasta constituirse en una de las principales actividades económicas y empezamos a acuñar y utilizar términos como ecoturismo, biodiversidad, etc. También aumentaron las actividades relacionadas con áreas protegidas y con ellas los hoteles, las agencias de viajes, las visitas a estas áreas y la capacitación a guías dedicados al turismo ecológico
En 1998 se creó el Sistema Nacional de Áreas de Conservación (Sinac) mediante el artículo 22 de la Ley de la Biodiversidad. El Sinac vino a unir la Dirección General Forestal, el Servicio de Parques Nacionales y la Dirección General de Vida Silvestre, que hasta ese momento funcionaban de forma independiente.
La nueva dependencia podía tratar integralmente los problemas de conservación y manejo de los recursos naturales en el ambiente, y permitía la participación ciudadana en los procesos de conservación. En aquellos años fui un entusiasta defensor de esa idea, y sigo pensando que, en el papel, es una buena idea.
Destrucción. Lamentablemente, después de casi 20 años de la creación del Sinac, las áreas protegidas se caen a pedazos, sin que hagamos algo para evitar la pérdida de los recursos naturales que aún se conservan. El Sinac se convirtió en un ente burocrático, que en la mayoría de los casos dejó de lado nuestra fuente principal de conservación: las áreas silvestres protegidas.
Coincido parcialmente con quienes dicen que la idea del Sinac es buena, pero falla su estructura administrativa. El problema más serio es que nuestros parques nacionales y reservas han sido prácticamente abandonadas a su suerte, pues prevalece la idea de que los recursos naturales se cuidan solos y que ninguna actividad humana los afecta.
Nuestras áreas silvestres protegidas han sobrevivido gracias al esfuerzo extraordinario de algunos funcionarios, ONG y sobre todo a la mística de los guardaparques, quienes afrontan el deterioro de las áreas en que trabajan, con poco personal y sin equipo, gasolina, ni recursos mínimos para vivir decentemente en el campo.
En Costa Rica se maneja un doble discurso sobre los recursos naturales, pues no los consideramos como algo esencial para nuestra calidad de vida, sino que los vemos como bienes que se pueden cambiar según las necesidades humanas y económicas del momento.
El Dr. Daniel Janzen, reconocido ecólogo mundial, nos advirtió, hace dos años, que “Costa Rica había perdido su energía por la conservación”. Tiene toda la razón: no hacemos lo suficiente para mantener y conservar nuestras áreas silvestres protegidas.
Cuidado a medias. ¿No sería mejor si fuéramos consecuentes con el discurso de ser un país que respeta los recursos naturales y nos convertimos en un ejemplo para el mundo sobre lo que se debe hacer para mitigar el efecto de cambio climático global y mejorar la calidad de vida del ser humano en el planeta? Nuestra riqueza no está en el oro, petróleo u otro bien material pasajero, sino en los recursos naturales que hemos cuidado a medias en los últimos años.
Debemos cambiar la percepción de que las áreas protegidas no producen nada; educar a las comunidades para que perciban los beneficios de las áreas silvestres. Pero en este momento no se debe descuidar ni un minuto más las áreas de mayor biodiversidad.
Me atrevo a lanzar un SOS por las áreas protegidas de Costa Rica. Hemos hecho un gran esfuerzo en la conservación de los recursos naturales y pido, con respeto, que se deje de lado el doble discurso y asumamos una posición firme en la conservación de los recursos naturales. ¡Ya basta de inacción y parálisis!
El autor es investigador del Instituto Internacional de Conservación y Manejo de Vida Silvestre de la Universidad Nacional.