Me sorprendió sobremanera el editorial del periódico La Nación en su edición del 21 de diciembre titulado “El infierno de Alepo”. Una publicación hecha por un medio informativo de Costa Rica que merece todo mi respeto por su competencia, alto profesionalismo y su indiscutible influencia en la opinión publica del país.
Soy un asiduo lector de La Nación y con detenimiento y confianza leo sus contenidos. Precisamente por eso me sentí acongojado y un tanto mortificado cuando se le presenta a Rusia como culpable de todos los pecados cometidos en Siria, del desastre y los tremendos sufrimientos del pueblo sirio que está sobreviviendo el momento más trágico de su historia. Dice el editorial: “Al aplicar una política de tierra arrasada, con total desdén por la suerte de los civiles y en contradicción con la ley internacional,(…) Rusia (…) ha logrado imponer sus insensibles intereses”.
Esta es una afirmación muy temeraria. Rusia no ha tenido ningún otro interés en Siria que no sea el contribuir a la paz en la región y por esta razón aceptó la solicitud del gobierno legítimo de Siria (lo subrayo legítimo) para intervenir para este fin apegado al derecho internacional y la Carta de la ONU.
No creo necesario referirme a la gran contribución que ha hecho Rusia contra las atroces manifestaciones del terrorismo internacional, el extremismo islamista del Estado Islámico, Djibjat al Nusra, etc., que provocó y sigue provocando tantos sufrimientos a los pueblos de una región atormentada, y una barbarie y fanatismo salvaje que amenaza a todo el mundo.
Creo oportuno recordar que fue precisamente el presidente de Rusia, Vladimir Putin, quien hace más de diez años propuso a toda la comunidad internacional formar una alianza internacional contra la creciente amenaza del terrorismo y advirtió sobre sus serias consecuencias para toda la humanidad.
Un tumor maligno que había que arrancarlo de raíz. Lamentablemente, esa alianza propuesta por el presidente ruso no se constituyó en ese momento, con debida anticipación para prevenir la calamidad que sobrevive el mundo ahora.
Es Rusia la que viene emprendiendo desde hace tiempo toda clase de esfuerzos diplomáticos destinados a un arreglo político en Siria. Es Rusia la que viene tratando de apaciguar la situación en Alepo ofreciendo espacios a la oposición siria armada y hasta a los terroristas para que cesen las hostilidades y se abandone la ciudad a través de los corredores humanitarios que allí funcionan.
Es Rusia la que protege a la población civil organizando la evacuación de la gente a sitios seguros. Es Rusia la que suministra los alimentos y ropa, establece hospitales de campo con el personal médico ruso, de los cuales algunos ya perecieron producto de la violencia terrorista. ¿Acaso a esto se le puede llamar “total desdén por la suerte de los civiles”? Las agencias internacionales informan que son miles y miles los pobladores de la ciudad, opositores y no opositores que se están beneficiando felizmente de esas humanitarias posibilidades de evacuación. Realmente produce lástima cuando se tergiversa la verdad ya sea debido a la falta de información o cuando se inventan hechos que son ficticios. Pero aún es mucho peor cuando no se quiere ver la verdad o se la ignora deliberadamente.
No podemos omitir lamentar profundamente que el fanatismo intransigente que tortura y mata gente inocente, no solo en Alepo, y que somete a las personas que no comparten sus ideas radicales delirantes use a la población civil como escudo vivo.
Rusia con su apoyo a las operaciones efectivas contra el terrorismo está siendo una contribución significativa para terminar con estas atrocidades.
Casi en el día de los funerales del embajador de Rusia en Turquía, Andrei Karlov, quien fue asesinado vil y cobardemente con tiros por la espalda en Ankara por un terrorista, publica la redacción de La Nación su editorial, cuando todo el mundo deplora la muerte de este diplomático con rama de oliva en la mano. Cuando Moscú está recibiendo las condolencias y el apoyo de dirigentes y personalidades de todos los países del planeta, Costa Rica entre ellos.
Queremos pensar que la publicación del mencionado editorial es pura coincidencia. Sin embargo, no deja de ser una extraña manera de expresar “condolencias” por parte del periódico al cual respeto y por lo cual he quedado perplejo y entristecido.
Alexander Dogadin
Embajador de Rusia