Sin duda, uno de los materiales más interesantes incluidos en la obra De mi vida , del escritor Carlos Luis Fallas Sibaja, es el que se titula “Rojo y verde”. Por muchos años, se especuló que ese texto era una novela que tenía por trasfondo la guerra civil de 1948, pero no es así. Se trata, más bien, de una crónica novelada acerca de las experiencias iniciales de Fallas como militante en el Partido Comunista de Costa Rica (PCCR), fundado en 1931.
La crónica se inicia en 1932, con una referencia al conflicto que condujo al confinamiento de Fallas en el Caribe costarricense, y luego se concentra en las actividades que él emprendió en la ciudad de Limón para consolidar una sección del PCCR.
Con su extraordinario talento narrativo, Fallas se refiere a los esfuerzos realizados para conseguir y acondicionar un local para las reuniones de los comunistas, a las estrategias de recaudación de fondos, a las medidas adoptadas para disciplinar a sus camaradas y a los conflictos que resultaron de ello. También dedica varias páginas al enfrentamiento que tuvo con el gobernador de la provincia de Limón y al papel que jugó en una huelga de zapateros.
Al final del texto, Fallas considera la primera participación del PCCR en la política costarricense (la elección municipal de diciembre de 1932), la gestión llevada a cabo por los regidores comunistas en la Municipalidad de San José y las condiciones que condujeron al choque entre desocupados y policías en las calles josefinas el 22 de mayo de 1933.
Puesto que está inconcluso, no se conoce hasta dónde se proponía Fallas prolongar “Rojo y verde”. Tampoco se puede determinar cuándo lo redactó (aunque es probable que lo hiciera en la década de 1950), ni por qué no lo terminó.
Desidia. A pesar de las limitaciones indicadas, “Rojo y verde” ofrece indicios para aproximarse a un interesante problema de investigación: ¿por qué, después de que terminó la redacción de Marcos Ramírez en junio de 1951, Fallas no escribió más novelas o cuentos?
En 1960, Fallas se refirió a todo lo que se había propuesto escribir y no había escrito: un segundo tomo de Mamita Yunai y de Marcos Ramírez , y una continuación del relato “El taller”. Al preguntarse a sí mismo por qué no había cumplido con ese ambicioso programa narrativo, Fallas enfatizó que no había sido por “exceso de trabajo partidista”, sino por “vergonzosa desidia mía”.
De esa explicación, la parte más fácilmente rebatible es la de la desidia. Entre 1952 y su muerte en 1966, Fallas escribió abundantemente: además de “Rojo y verde”, elaboró tres crónicas de viajes a la Unión Soviética, a China y a Cuba, diversos ensayos de carácter político, histórico y social, y numerosos artículos de periódico todavía no recopilados de manera sistemática.
Considerada en su conjunto, esa abundante producción, asociada –excepto “Rojo y verde”– con sus actividades cotidianas en el PCCR, más bien corrobora lo que Fallas procuraba descartar en 1960: que el excesivo trabajo partidista limitó su carrera literaria.
En relación con esa limitación, el hecho de que “Rojo y verde” no fuera finalizado y permaneciera inédito invita a considerar una problemática hasta ahora no debidamente planteada en los estudios sobre la obra literaria de Carlos Luis Fallas.
Del presente al pasado. Manuel Picado, en un estudio publicado en 1987, destacó que la producción literaria de Fallas se caracteriza porque, con cada nueva novela publicada, el período histórico abarcado retrocedía: si en Mamita Yunai lo narrado estaba próximo al presente en que fue escrita esa obra (1940), en Gentes y gentecillas la narrativa se ubica en 1928, y, en Marcos Ramírez, se concentra en la década de 1910 e inicios de la de 1920.
Evidentemente, este derrotero temporal seguía la propia trayectoria de Fallas: al convertir sus experiencias en la base de sus novelas, se convirtió, como señalara Rodrigo Solera en 1970, en “el novelista de su propia vida”.
“Rojo y verde” y “El taller” rompen con esa narrativa que retrocede en el tiempo. Ubicados en la década de 1930, ambos textos comparten un final similar: el enfrentamiento entre desocupados y policías del 22 de mayo de 1933. A su vez, están separados por una diferencia fundamental: mientras “Rojo y verde” es una crónica construida desde adentro del PCCR, “El taller” es un relato en el que la presencia comunista apenas se infiere.
Quizá esa diferencia pueda explicarse por la Guerra Fría y por la persecución e ilegalización del PCCR después del conflicto armado de 1948. Al no mencionar a los comunistas, Fallas limitaba el riesgo de que “El taller” –finalizado en 1950 y publicado en el periódico Adelante en 1954– fuera considerado un relato panfletario o, más grave aún, subversivo.
Desde esta perspectiva, “Rojo y verde” habría permanecido sin finalizar e inédito porque no existían las condiciones mínimas para terminarlo y publicarlo, debido al virulento anticomunismo prevaleciente en las décadas de 1950 y 1960.
Presiones. No obstante, también es posible que “Rojo y verde” no fuera terminado ni publicado por presión de la dirigencia del PCCR, a la que pudo parecerle inconveniente que un escritor como Fallas, que empezaba a tener una difusión sin precedente a nivel internacional, convirtiera en eje de sus narrativas el quehacer cotidiano del Partido, de sus dirigentes y de sus militantes.
En la década de 1950, a medida que la dependencia del PCCR con respecto a la Unión Soviética se profundizaba, el proyecto narrativo de Fallas habría resultado contraproducente. Al recuperar un pasado en el que el PCCR se conducía con más independencia, un texto como “Rojo y verde” podía incentivar las críticas al Partido tanto por parte de sus enemigos costarricenses como de sus camaradas del exterior.
Si esta hipótesis es correcta, “Rojo y verde” evidenciaría que Fallas intentó desarrollar nuevas narrativas basadas en su experiencia como militante comunista, pero que esta iniciativa no prosperó debido a la oposición de la dirigencia del PCCR.
Ya en la década de 1940 la dirigencia del PCCR parece haber intervenido en la carrera literaria de Fallas: pese a que entre 1941 y 1942 escribió el relato “Barreteros” y la novela Gentes y gentecillas , Fallas no los publicó inmediatamente, quizá para evitar que la fuerte crítica social de esos textos complicara los esfuerzos de los comunistas por construir una alianza con el Partido Republicano Nacional y con la Iglesia católica (véase “El misterio de Calufa”, Áncora, 15/1/2012).
Igualmente, quizá la dirigencia comunista influyó en que, al empezar a ser difundida internacionalmente Mamita Yunai , Fallas instrumentalizara esa novela en función del Partido, al agregarle, en 1957 y como parte cuarta, un discurso a propósito de la huelga bananera de 1955 que, entre otros aspectos, recuperaba la versión oficial del PCCR sobre el pasado reciente de Costa Rica.
En fin, “Rojo y verde” parece haberse constituido en el límite que separó las experiencias personales que Fallas pudo utilizar para su producción narrativa, de las que, por un probable imperativo partidario, quedaron fuera de su alcance.