Desde hace algún tiempo, se ha reconocido en muchos países desarrollados y en todos aquellos donde existe sobrepoblación, que la única solución sostenible para las grandes urbes –y yo diría que para la vida humana– es la densificación de las ciudades, lo cual se logra limitando la expansión horizontal y promoviendo la construcción en altura.
Debemos convertir estas ciudades densas en ciudades vivibles, donde el ser humano pueda habitar dignamente, trabajando y disfrutando de su tiempo libre. Se dice que la ciudad del futuro debe diseñarse para los peatones y no para los automóviles.
Para esto, es necesaria la utilización masiva del transporte público y la creación de suficiente espacio para recreación y descanso.
Aunque todavía se debate si la mejor solución es la construcción de edificios cada vez más altos, no se visualiza otra mejor para el crecimiento sostenible de las grandes ciudades.
Se estima que en el 2050, la población mundial será de alrededor 9.000 millones de personas. Esto representa una expansión de la urbanización global de 200.000 personas diarias, por lo que el mundo actual se enfrenta, cada semana, a la necesidad de construir una nueva ciudad –o de extender una existente– de un millón de habitantes.
En Costa Rica, posiblemente las cifras sean bastante menores, pero debemos enfrentar un problema similar. Sin embargo, lo estamos solucionando diferente: por ignorancia estamos permitiendo y, lo que es peor, promoviendo la expansión urbana horizontal, con una consecuente invasión de los campos que está causando daños irreversibles a la naturaleza y a las increíbles zonas verdes que ahora son nuestro tesoro.
Problemas varios. En nuestro país, los desarrolladores y los diseñadores se encuentran con muchos obstáculos que limitan y retrasan la construcción en altura, con los resultados negativos y lamentables que ya se observan.
Los principales centros de trabajo permanecen en el corazón de la ciudad. Y como la gente no vive en la ciudad, pero trabaja en ella, se producen migraciones vehiculares a diario. Este fenómeno, unido al deficiente sistema de transporte público, produce inmenso congestionamiento y gran contaminación por la emisión de dióxido de carbono.
Esto mismo está sucediendo ya en algunas ciudades pequeñas, como en San Ramón, Grecia y Palmares, donde se están desarrollando urbanizaciones horizontales en las periferias, en vez de iniciar una densificación planificada de sus centros. Otra consecuencia del abandono de los centros es que las ciudades quedan abandonadas de noche, por lo que reina la prostitución, las drogas y la delincuencia.
Pero lo más preocupante es que en nuestro país todas estas tendencias erradas están siendo apoyadas por la mayoría de los gobiernos locales, a través de planes reguladores influenciados por sectores muy conservadores de las comunidades, que no entienden que el desarrollo no puede detenerse y que quieren mantener escenarios que se aceptaban en tiempos pasados, cuando se creía que vivíamos en un planeta con recursos inagotables.
Cambiar de paradigma. Nuestra sociedad debe ir cambiando sus formas y hábitos de vida. No podemos seguir combatiendo toda expansión vertical que “amenace” nuestro modo de vida. Menos difíciles de vencer son los obstáculos de tipo técnico, para los cuales, a mi criterio, nuestra comunidad profesional tienen soluciones a corto plazo.
Los edificios “altos” en nuestro país son masivos y de relativa poca altura, con plantas o huellas muy extensas que dificultan la iluminación y la ventilación naturales, lo que da como resultado gran ineficiencia en el consumo energético y un aprovechamiento muy deficiente de la tierra.
Arquitectos, ingenieros y funcionarios de los gobiernos locales jugamos un gran papel en el continuo cambio que sufren las ciudades, pero se necesita el concurso de toda la sociedad, especialmente de los políticos.
Quiero llamar la atención especialmente a los funcionarios de los gobiernos locales, que son finalmente los que pueden ser el obstáculo o el impulso para construir en forma sostenible.
Toda la sociedad debe tener claros estos criterios. Debemos crecer en altura y no horizontalmente. La densificación es deseable y debe ser una meta al menor plazo posible. Debemos actuar ya y no seguir pasando el problema a las futuras generaciones, pues las soluciones se hacen cada día más difíciles.
El autor es ingeniero.