No puede entenderse la responsabilidad, virtud fundamental para la convivencia, sin la obediencia. Y esto es lo que más molesta a los intelectuales, a las personas jóvenes y a los viejos.
La responsabilidad es observar la conciencia, las normas comunes de convivencia, las leyes pertinentes y obedecer al jefe y al superior. Responsabilidad es también asumir las consecuencias de determinada conducta. La vida no es eludir los compromisos para sentirse libre y “pasarlo bien”. Es todo lo contrario: asumir los compromisos hace sentirse bien.
La responsabilidad lleva implícita la obediencia, que no es un acto pasivo, sino un querer activo, volitivo e intelectivo. Por tanto, no es vacilante, titubeante; más bien es un acto habitual, diario, una conducta para toda la vida; nunca un actuar dubitativo, acomodaticio o circunstancial. La responsabilidad exige firmeza y transparencia, como tanto se dice ahora y poco se hace. Pero algunos la consideran una piedra en el zapato y la tiran lejos.
Tres pasos. Tomemos por ejemplo el trabajo, que, en general, en nuestro medio no se hace bien. El pedagogo Oliveros F. Otero, lo determina en tres pasos: previsión, ejecución y verificación. ¿Se cumplen en nuestro país? Cada quien juzgue.
La previsión es lo que más falla en nuestro ambiente, y se ve muy entorpecida por el papeleo y la correspondiente pasividad burocrática.
La ejecución, principalmente en la obra pública, se ve muy amenazada por las apelaciones y los posteriores reajustes millonarios. En este y en otros campos nos hemos acostumbrado a una ejecución de dudosa calidad.
Por ejemplo, hace unos pocos años una carretera se inauguró y ya tenía huecos, o se le hicieron poco tiempo después. Estas cosas me recuerdan el terremoto de México de 1984: un hospital de niños se derrumbó porque la varilla de construcción estipulada en el contrato era más delgada. ¿Quién nos garantiza que esto no suceda en nuestro país?
Por fortuna, existe el Laboratorio Nacional de Materiales y Modelos Estructurales (Lanamme), adscrito a la Universidad de Costa Rica, y hoy existe más control en la cantidad y calidad de los materiales de obra pública.
En cuanto a la verificación de la obra ejecutada, en Costa Rica casi no se hace; nos gustan más las inauguraciones, y se habla mucho de algo muy extraño: la rendición de cuentas.
Volvemos a lo mismo: la coherencia entre el decir y el hacer, tan poco común en nuestra vida privada y pública.
Un autor británico, David Isaacs, dice de la responsabilidad: “Asume las consecuencias de sus actos intencionados, resultado de las decisiones que tome o acepte; y también de sus actos no intencionados, de tal modo que los demás queden beneficiados lo más posible o, por lo menos, no perjudicados; preocupándose a la vez de que las otras personas en quienes puede influir hagan lo mismo” ( La educación de las virtudes humanas ).
Conviene responsabilizarse de los propios actos y de los compromisos contraídos. La responsabilidad constituye uno de los grandes retos de la educación personal, familiar, social e institucional de Costa Rica, y puede ponerse en práctica como dice un autor: “Haz lo que debes y está en lo que haces”.
El autor es abogado.