Por respeto a la memoria histórica, creo importante responder a una reciente columna de don Armando González que contiene una serie de imprecisiones y errores que merecen respuesta en razón del debate actual que existe sobre Petrocaribe. Como partícipe de primera línea en la formulación y ejecución de la política exterior de la segunda Administración Arias Sánchez (2006-2010), considero oportuno aportar lo siguiente:
Como es de conocimiento público, Costa Rica participó como observadora en la V Cumbre de Petrocaribe celebrada en Maracaibo, Venezuela, el 13 de julio del 2008. Varios factores llevaron a la Administración Arias Sánchez a participar en dicha reunión, entre ellos algunos coyunturales, y otros más de índole estratégica o táctica.
La principal consideración coyuntural –hoy inexistente– era el inusitado incremento en el precio del barril de petróleo y su correspondiente impacto ruinoso en las finanzas públicas de Costa Rica.
De hecho, el día siguiente a la Cumbre, el petróleo alcanzó su mayor cotización histórica al situarse en $147,25 por barril. La decisión de participar y estudiar más de cerca las condiciones e implicaciones de ingresar a Petrocaribe buscaba no excluir ese esquema de financiamiento de entre otras opciones para atenuar o aplazar la presión que la factura petrolera estaba ejerciendo sobre las finanzas del Estado. Sin embargo, en ningún momento fue considerada como una opción primera o necesaria, sino como una opción de último recurso.
Por ello, no lleva razón el columnista en su narración de hechos al dejar entender que el no ingreso de Costa Rica a Petrocaribe en ese entonces fue producto de un desaire de Venezuela. Al contrario, como hace mención la columna en cuestión, no hicimos “las genuflexiones necesarias” para ingresar a Petrocaribe y, en efecto, permanecimos en la “antesala” porque las circunstancias y estrategias de entonces no exigieron más.
Es más: nuestro “acercamiento” con Venezuela mediante la exploración de una eventual, y altamente improbable, participación en Petrocaribe, poseía matices mucho más sutiles que no tenían relación alguna con el petróleo. Mediante ese “acercamiento” terminamos de pasar la angustiosa página abierta por la amenaza de cierre de Alunasa. En conjunto con el entonces ministro de Trabajo, Francisco Morales, ya habíamos atendido ese frente con éxito, evitando el despido de los 400 trabajadores, pero resultaba oportuno tener una razón de más para mantener un diálogo amistoso con Venezuela y, así, evitar amenazas similares y otras réplicas.
Asimismo, el “acercamiento” con Venezuela mediante la carta de Petrocaribe tenía matices estratégicos hacia terceros países, y en particular para contener la animadversión del gobierno del presidente Daniel Ortega Saavedra hacia Costa Rica, cuando ambos países estaban dirimiendo un caso contencioso ante la Corte Internacional de Justicia, entre otras diferencias.
En razón de la dependencia de Nicaragua en Venezuela, era un elemento más de la política de contención que practicamos frente a Nicaragua, y que la Administración Chinchilla Miranda descontinuó con los resultados conocidos por todos.
Finalmente, el “acercamiento” practicado mediante nuestra participación en la V Cumbre de Petrocaribe sirvió de antesala para el restablecimiento de relaciones diplomáticas con Cuba. Fue precisamente en Maracaibo que le anuncié al entonces viceministro de Relaciones Exteriores de Cuba, Alejandro González Galiano, que Costa Rica estaba dispuesta a normalizar las relaciones bilaterales después del rompimiento de 1961.
Hoy, las condiciones son muy distintas. Hoy, nadie pronostica o amenaza, como en más de una ocasión hizo el presidente Hugo Chávez Frías, el 17 de noviembre el 2007, por ejemplo, con que el barril de petróleo superaría los $200. Gracias a nuevos yacimientos y nuevas tecnologías, las penurias de crudo pronosticadas entonces hoy han sido reemplazadas por un mar de nuevas reservas. Además, el reordenamiento geopolítico entre los principales productores-exportadores de crudo vaticinan un mercado mucho más favorable a Occidente y, por ende, a Costa Rica, y menos sujeto a chantajes energéticos.
Hoy, Venezuela tiene poco que ofrecer, sumida en una crisis ecónomica propia y un desabastecimiento generalizado de productos de consumo básico, además de una crisis política que ha debilitado y herido la “revolución bolivariana”.
Hoy, el “acercamiento” con Venezuela no deparará iguales réditos de contención frente a Nicaragua gracias a los errores cometidos por la Administración Chinchilla Miranda y la reducida influencia de Venezuela sin Chávez Frías.
En fin, hoy no existe razón alguna de peso para endeudarse, aun en condiciones blandas, con un esquema que tiene poca actualidad y que amenaza con comprometer nuestra soberanía e independencia en materia de política exterior.