Doña Laura o su ministro de Relaciones Exteriores constantemente se quejan del “expansio-nismo” de Ortega. El 11 de septiembre, doña Laura anuncia que presentará “una carta” en la próxima Asamblea General, para “alertar” a las Naciones Unidas de “los intereses expansionistas de Nicaragua”.
Doña Laura no está siendo bien aconsejada. De absolutamente nada vale ir de nuevo a las Naciones Unidas a acusar a Nicaragua sobre malas intenciones. Ella misma ha dado testimonio de su irrelevancia.
En noviembre del 2011 doña Laura dijo: “Pedimos a la comunidad internacional… que nos saquen las tropas (nicas) de nuestro territorio”.
El 21 de febrero del 2011, “lamentó el poco interés del la comunidad internacional en torno a la invasión del Ejército nicaragüense”.
El 11 de noviembre del 2011, afirmó: “Ya hemos visto cómo el derecho internacional no responde con la agilidad y contundencia que responden las armas de fuego”.
El 3 de febrero del 2013, señaló: “Por más que recurramos al derecho internacional, (Ortega) continuará acechando a nuestro país”. Y doña Laura se queja “de la falta de contundencia del derecho internacional”.
Resultados negativos. Las apelaciones a la instituciones internacionales lo que están haciendo es exponer ante el mundo a una Costa Rica que mendiga la ayuda de otros para defenderse de una agresión que denuncia. Y, además, con resultados negativos que doña Laura misma reconoce.
Se le ha presentado a doña Laura una última oportunidad de hacerle un importante servicio a su país: afianzar la defensa de su integridad territorial y la defensa de sus intereses económicos.
Esta oportunidad se debe a que otros dos países vecinos, Panamá y Colombia (y quizá Jamaica) están siendo objeto de las ambiciones territoriales del hábil Daniel Ortega.
El 9 de septiembre del 2013, el presidente Juan Manuel Santos manifestó que la nueva delimitación marítima entre Colombia y Nicaragua, establecida por la Corte Internacional de Justicia (CIJ) en un fallo de noviembre del año anterior, “no es aplicable” y aclaró que la pretensión de Nicaragua “es completamente inaceptable. No lo vamos a permitir de ninguna manera, de ninguna forma, bajo ninguna circunstancia”.
Es más, el presidente Santos confirmó en noviembre del 2012 que analiza retirar a su país del pacto que reconoce la jurisdicción de la CIJ, por su desacuerdo con el fallo en el lío con Nicaragua. El 11 de septiembre del 2013, el presidente de Panamá, Ricardo Martinelli, acusó al Gobierno de Nicaragua de querer apropiarse “los mares territoriales panameños”.
Forjar una alianza. Se ha presentado a Costa Rica y a la señora presidenta una oportunidad de forjar una alianza de defensa mutua tripartita entre los tres países, Costa Rica, Colombia y Panamá (y Jamaica, si eventualmente lo desea). Eso sí disuade a Ortega de más “expansionismo”. Él sabe de lo que se trata.
Sería oportuno, y probablemente de gran utilidad también, buscar la ayuda del presidente de Chile, Sebastián Piñera, quien en noviembre del 2012 admitió su preocupación por “otros” fallos sobre límites marítimos emitidos por la Corte Internacional de Justicia de La Haya, refiriéndose al de Colombia y Nicaragua. Tiene dudas, evidentemente, de la CIJ y “espera” que “el tribunal de La Haya actúe en base a derecho”. Siente que Chile está amenazado y se prepara para defenderse.
La oportunidad para Costa Rica es única, pero el tiempo apremia. Que nuestro país alquile por unos pocos meses un avión para que doña Laura, acompañada de un buen grupo de técnicos y asesores, con la tenacidad, firmeza y perseverancia que amerita lo que está en juego, se dedique a viajar de una capital a otra hasta lograr esta alianza.