Los partidos políticos se desconectaron de la realidad nacional y no representan a la mayoría electoral (esa caracterizada por no simpatizar con ninguno). Esto se explica tanto por la pérdida de confianza en la clase política, como porque los responsables dejaron de formular soluciones eficaces para resolver la creciente desigualdad, reducir la pobreza y disminuir el desempleo. Temas prioritarios para una ciudadanía que no tolera más excusas políticas, poses, improvisaciones e inactividades que empeoren la complicada problemática nacional.
Otra muestra de la desconexión de los partidos se refiere a la negativa o lentitud para evolucionar de una democracia representativa a una participativa, que no solo se reduzca a los referendos, sino a dinamizar los procesos democráticos de diálogo, negociación y construcción de consensos.
La última desconexión es la inactividad partidaria en periodos no electorales, cuando las agrupaciones políticas se desentienden de la representación de sus simpatizantes, incluso de su misión que no es otra que la de reunir a los ciudadanos con intereses, principios, objetivos y proyectos comunes y llevarlos a la práctica, una vez alcanzado el control del Gobierno. Esta labor es continua y no puede sustituirse por la representación de los políticos que llegan al Gobierno o, peor aún, por el abandono de esa misión al formar parte de la oposición.
Reconexión necesaria. Hoy, la realidad manda a los partidos a “reconectarse”.
En primer lugar, para recuperar la credibilidad y confianza a partir de la acción ética en la función pública, el saber cómo “resolver”, y para ello, son necesarios los mejores hombres y mujeres, jóvenes y adultos mayores, independientemente de su pasado o presente partidario y eso dichosamente parece empezar a reflejar la elección de los candidatos a vicepresidentes.
Segundo, reconectarse con el diseño de propuestas efectivas que señalen a los sectores la mejor idea, y no la que quiere aquel que contribuyó en la campaña, solo así se lograrán los acuerdos para la gobernabilidad democrática del país.
Tercero, reconectarse con sus simpatizantes de forma permanente, asumiendo su permanente representación política, incluso frente a los políticos de su propio partido que, una vez asumidos cargos en la función gubernamental, parecen olvidar su servicio público, que compromete la credibilidad política partidaria y, en general, la de los políticos.
En cuarto lugar, es impostergable que los partidos se reconecten con la urgente necesidad de identificar a líderes que reciban una formación política integral, tanto regional como sectorial, que no sea confundida con la capacitación electoral que hoy se brinda.
Quinto, es clave que, a partir de la implementación de estos cambios, se fortalezca una conciencia sobre la corresponsabilidad ciudadana.
En otras palabras: los derechos generan también deberes ciudadanos que debemos asumir con la misma seriedad con la que exigimos a los partidos políticos que se reconecten.