Cuando el Papa habla, el mundo escucha. Lo pude comprobar de primera mano mientras fungí como embajador de Costa Rica ante la Santa Sede, y nunca fue más cierto que en tiempos de Francisco.
Con cada gesto y cada mensaje, el Santo Padre propicia miles de reacciones en todo el globo. El gran interés que ha generado su nueva carta encíclica “ Laudato si, sobre el cuidado de nuestra casa común”, es el más reciente ejemplo de ello.
Siguiendo el modelo de san Francisco de Asís, según el cual son “inseparables la preocupación por la naturaleza, la justicia con los pobres, el compromiso con la sociedad y la paz interior”, el Papa dirige su nueva encíclica no solo a los cristianos sino que “a cada persona que habita este planeta”.
Nos propone emprender una “conversión ecológica” que permita, a partir de la “solidaridad universal”, “unir a toda la familia humana en la búsqueda de un desarrollo sostenible e integral”.
Encíclica social. En esencia, más que una “encíclica verde” Laudato si es una encíclica social, ubicada dentro de la Doctrina Social de la Iglesia, y nutrida de aportes de distintos papas. Por ejemplo, ya en 1971 Pablo VI había dicho que “debido a una explotación inconsiderada de la naturaleza, (el ser humano) corre el riesgo de destruirla y de ser, a su vez víctima, de esta degradación” (carta apostólica Octogésima adveniens ). Igualmente, Juan Pablo II fue el primero en convocar a una “conversión ecológica global” y pidió “salvaguardar las condiciones morales de una auténtica ecología humana” (conceptos que retoma el papa Francisco en su nueva encíclica).
Más aún, en 1990 el hoy santo dedicó la Jornada Mundial de la Paz a la “Paz con Dios creador, paz con toda la creación”.
En su mensaje advertía que la paz mundial está amenazada por el irrespeto a la naturaleza. Más recientemente, Benedicto XVI eligió el tema “Si quieres promover la paz, protege la creación” para la Jornada Mundial de la Paz del 2010.
En su mensaje indicó que “el verdadero sentido del mandato original de Dios (…) no consistía en una simple concesión de autoridad, sino más bien en una llamada a la responsabilidad”.
Una bibliografía con 172 referencias a diversos documentos, la mayoría de la Iglesia Católica, dan fe de que la nueva encíclica ni es ni pretende ser una primicia en el tema.
Ecología en el centro. Más que originalidad, el verdadero aporte del papa Francisco a la Doctrina Social de la Iglesia es haber aprovechado el amplio bagaje que brinda esta doctrina para producir, de manera integral y oportuna (cuando más se necesita), una nueva encíclica que pone el tema ecológico al centro –no en la periferia– del debate mundial sobre desarrollo. Esto lo logra integrando la variable ambiental a otras de carácter económico y político que, al entrelazarse y afectarse mutuamente, definen los principales problemas y contradicciones sociales que enfrenta hoy la humanidad.
Fiel a su estilo, el Santo Padre logra esto con un lenguaje sencillo y directo, al alcance de todos. Consigue así “democratizar” el alcance de sus enseñanzas, las pone en el centro del debate mundial y, con ello, eleva las posibilidades de éxito de sus exhortaciones.
En efecto, es difícil no sentirse aludido de alguna forma al leer Laudato si, y debe de ser así. Hacer conciencia de la responsabilidad personal que todos tenemos en el “cuidado de nuestra casa común” es uno de los principales objetivos de la encíclica.
No obstante, es llamativo el señalamiento que el Papa hace, con especial énfasis, a dos grupos de actores directamente involucrados en las posibles soluciones del problema ecológico mundial: los líderes políticos y los líderes ambientalistas.
Al hacerlo, Francisco plantea como errados los dos extremos del debate. No es correcto aducir que “los problemas ecológicos se resolverán simplemente con nuevas aplicaciones técnicas, sin consideraciones éticas ni cambios de fondo”; ni sostener que “el ser humano, con cualquiera de sus intervenciones, solo puede ser una amenaza y perjudicar al ecosistema mundial”.
Trivializar o absolutizar el problema ecológico del planeta son recetas para el fracaso al procurar soluciones.
Liderazgo, compromiso y resultados. En este sentido, a los líderes políticos, sobre todo a los de países desarrollados, les pide liderazgo, compromiso y resultados. Les recuerda que “el ambiente humano y el ambiente natural se degradan juntos” y que este problema “no tiene espacio suficiente en las agendas del mundo”.
Denuncia “la debilidad de la reacción política internacional” pues “muy fácilmente el interés económico llega a prevalecer sobre el bien común”, y los insta a reconocer y saldar la “deuda ecológica” del norte con el sur.
Para ello, dados los escasos resultados de las cumbres mundiales sobre el ambiente, los exhorta a aceptar y aprobar cuanto antes y sin dobles discursos un “sistema normativo que incluya límites infranqueables y asegure la protección de los ecosistemas”.
Para que esta discusión sea eficaz, el Papa pide liderazgo a los políticos e indica que “la política no debe someterse a la economía”, y esta, a su vez, no debe someterse a la tecnocracia.
Igualmente, Francisco emplaza a los líderes ambientalistas. A estos les pide diálogo, humanismo y coherencia. Al respecto de buscar soluciones reales para los problemas del medioambiente, dice que “la ciencia y la religión, que aportan diferentes aproximaciones a la realidad, pueden entrar en un diálogo intenso y productivo para ambas”.
Para ello, invita a no “igualar a todos los seres vivos” ni a caer en “una divinización” de la tierra. Así critica la incoherencia de quienes luchan “por otras especies”, pero no actúan de la misma manera “para defender la igual dignidad entre los seres humanos” y permanecen indiferentes ante la trata de personas (que ha calificado como un delito contra la humanidad), las calamidades de los pobres o la destrucción de otros seres humanos.
Es claro al decir que no es “compatible la defensa de la naturaleza con la justificación del aborto” o con la experimentación “con embriones humanos vivos”. Así advierte con vehemencia que la incoherencia y la deshumanización “pone en riesgo el sentido de la lucha por el ambiente”.
Interconexión. Laudato si ubica a la humanidad frente a sus responsabilidades con respecto a la conservación del planeta, e insiste en que la salvaguarda del medioambiente no puede deslindarse del respeto hacia los seres humanos y la justicia hacia los pobres; ni de la solución de los problemas estructurales de la economía mundial y de las decisiones políticas de los gobernantes de las naciones.
Así, en palabras del Santo Padre, “todo está interconectado”, “la degradación ambiental va aparejada a una crisis social” y “nadie puede decirse ajeno o indiferente” a los problemas ecológicos del planeta. Leerla es fácil, entenderla también; el reto es aplicarla. Para ello, con mayor o menor grado de responsabilidad, apoyemos a la derecha o a la izquierda, o seamos creyentes o no, nadie está exento del “cuidado de nuestra casa común”.
Fernando F. Sánchez es politólogo.