Una sombra augusta nos convoca: su llamado es irresistible, pese a la renuncia sentida en los últimos tiempos de asomarme al ruedo de la pública opinión.
Cargadas las alforjas de ricas experiencias, que tal vez a mí solo importan, acepto obligado la orden de la sombra querida, pese al esfuerzo que exigen los años, cuando ya Caronte nos hace, a ratos, señas significativas de que tiene espacio en su barca.
A raíz del naufragio electoral de Liberación en los últimos comicios, se ha planteado, por parte de analistas políticos, especialistas oficiosos y profesionales de los medios de comunicación, el dilema extremista: la vida o la muerte del Partido Liberación Nacional (PLN). Osadía tal cae de lleno en el terreno de peligrosas arenas movedizas; ese de las especulaciones, de cara al futuro y de las profecías teñidas de oportunismo.
Fiel militancia. Un partido político con la base histórica del PLN, y con el amplio bagaje de sus realizaciones, solo muere en una dirigencia incapaz y tunante, si no se le quitan las riendas de sus manos, no en la masa convencida que lo soporta. El PLN no es solo la estructura de una parte de su dirigencia desfasada y salpicada de corrupción. Un partido político como el PLN es más masa que dirigencia, más partidarios que líderes menguados; estos pasan llevándose sus oscuridades pecaminosas.
La fiel militancia permanece, enojada y exigente. ¿Por qué? Tal vez porque en el subconsciente colectivo, que cobijan sus banderas, priman las historias de sus grandes hazañas sobre el desconsuelo del error porque las ideas plasmadas en realizaciones siguen vigentes en el coloquio generacional.
Tal es el caso de la tan imitada y explotada lucha contra la pobreza, el combate al fraude electoral, la mejor distribución de la riqueza, el acceso al crédito para los más arrinconados, el cuidado de la salud, la ampliación de las posibilidades educativas, la llegada al último rincón de los medios de comunicación, la apertura de carreteras y caminos vecinales, el impulso al disfrute del agua potable, la conservación de los recursos naturales, la capacitación técnica de jóvenes operarios, la erradicación de la banca garrotera, la generación barata de electricidad…
En todos estos rubros –y muchos más– está el sello socialdemócrata del PLN. Esa es la base de la militancia; no la endeble y carcomida dirigencia.
Barrer, barrer. Y, ¿qué hay que hacer? Esa es la perenne pregunta ante la urgencia de cambios que determina un fracaso. Es necesario barrer las dirigencias culpables, carentes de ideales que actúan de espaldas al compromiso cívico y dirigencias donde existen algunos sin metas patrióticas. Esos han llenado de vergüenza al partido de las grandes realizaciones republicanas y son los causantes de que la gran militancia verde y blanca castigara en las urnas. Nadie puede dudarlo: el liberacionismo histórico se volcó a favor del hoy presidente, Luis Guillermo Solís.
¿Qué hacer? Hay que sacar a elección popular todos los cargos representativos del PLN, desde el comité del barrio hasta la asamblea nacional, de forma tal que los pueblos escojan a sus dirigentes y no les sean impuestos. Para que puedan escoger dirigentes capaces y honrados. Barrer, barrer… ¡Esa es la palabra de orden!
La fuerza moral y política que hizo posible la creación de la Segunda República, la revolución social que puso zapatos en los pies descalzos, abrió escuelas y colegios e hizo llegar la salud, el teléfono, la electricidad y el crédito, liberando a los desprotegidos y creando una democrática y pujante clase media, está ahí, viva y pujante.
La sombra augusta de José Figueres Ferrer demanda la inmediata acción de limpieza. Luego, habrá tiempo para congresos ideológicos. La carreta no puede ir delante de los bueyes...