Este valioso aporte nos lo sirvieron dentro de “Aldea global”; yo lo quería ver en la sección “Viva”, para nada en el obituario: refiere a los muertos, pero para dar vida. ¿Manerita posmoderna de creer en la resurrección? Pues no se excluye.
Elocuente en sí, el aporte periodístico pareciera además propugnar no solo un Día de Todos los Santos, y otro de los Muertos, como ya está establecido, sino uno de los moribundos (que en realidad somos todos, desde el nacer): pero en este bendito país, como somos “pura vida” (mejicanismo cinematográfico), nada tenemos previsto para cuando el órgano toque la salida.
Hechos de otra madera, hace treinta años mis padres tomaron precauciones que ahora parecen nuevas: ni están enterrados, ni fueron cremados. Entonces, ¿qué? ¡Dejaron establecido lo que el artículo de marras propone como novedad!
Papá, ginecólogo de profesión, era un amante de la vida y se consideraba simple asistente, ayudante a la hora del parto que él propugnaba sin dolor. Lo único que dejó de testamento es que entre los hijos dispersos en el mundo le procuráramos una misa en latín y… que su cuerpo fuera donado a la ciencia. ¿Su argumento? “Cuando yo era estudiante, faltaban posibilidades para la práctica de anatomía”. Nada lúgubre: mamá siguió el ejemplo.
La siembra está hecha: cuando no hay más reparo, cantidad de cosillas de lo nuestro sirve para reparar. Y hay repuestos en abundancia.
Idea altruista. Esa idea, tan altruista, convendría ampliarla. Un excelente amigo me pregunta: “Cuando me vaya al otro lado, ¿no podrá servir mi marcapasos?”. Pues ojalá que sí. Y así como hay bancos organizados, no por el interés monetario, sino por el bienestar del prójimo (y la próxima), hay bancos de sangre, de plasma, de placenta, me dicen que de semen y no sé cuánto más. Vean, pues, cómo aprovechar los dos audífonos que llevo puestos: costaron unos $5.000; bien limpios y revisados… podrán servir a otro que no quiera oír el mensaje de que entre todos podemos prolongar la vida.
Qué distinto y distante todo ello del infame aquel, ministro encargado de los campos de exterminio en la Alemania nazi (solución que algún político francés acaba de exaltar…). A ese Himmler le fue mal como criador de gallinas y pensó que podía aplicar la solución final también a los seres humanos.
Pensemos, entonces, en cómo ser útiles, por fin. En el entretanto, adelante: disfrutemos el don de la vida, con cara alegre, como este Francisco, un poco papá, el Papa. Organícese, pero tampoco es para obsesionarse ya: VIVA primero.