Este es un relato desprovisto de malicia, narrado con ojos de un espectador que vuelve a un escenario familiar pero a la vez desconocido.
Nicaragua es una tierra de contradicciones: he presenciado una pobreza desgarradora llevada con una dignidad imposible de explicar con palabras, una miseria desconocida en Costa Rica, y, por otra parte, una inmensa riqueza material, que dentro de este contexto parece inmoral: casas palaciegas con pisos de mármol de Carrara, automóviles último modelo que no he visto en Costa Rica y un servicio doméstico que dista muy poco de un concepto atenuado de esclavitud.
La clase media aquí está conformada por un bloque activo de pequeños comerciantes en franca minoría.
Me he sentido más seguro que en San José, no he visto, ni me he enterado de ningún asesinato por parte de grupos criminales rivales.
La infraestructura vial está en muy buenas condiciones, he sido tratado con cortesía y amabilidad. Incluso las personas más humildes me han prodigado un “buenos días” o un “con permiso”. No salgo de mi asombro.
Me doy cuenta, una vez más, que los estereotipos que hemos consumido sin pensar no tienen fundamento. Además, la distancia entre lo que se dice y se siente en este país es muy próxima. En mi experiencia no he detectado visos de hipocresía y francamente eso es muy refrescante.
Con relación al reciente fallo de la Corte Internacional de La Haya, el asunto toma relieves de realismo mágico, los canales de televisión y periódicos del gobierno procuran vender la imagen de una supuesta victoria nicaragüense en el litigio con Costa Rica, utilizando argumentos de una lógica insostenible y rebuscada.
He notado que la gente del pueblo permanece un tanto indiferente ante el bombardeo institucional; prefiero pensar que nadie cree esos alegatos.
Pronto regresaré a Costa Rica, no puedo negar que me hace mucha falta; sin embargo, debo decir que Nicaragua es mucho más que una nación de lagos y volcanes, es más que el dolor de mucha gente en guerras y proyectos fallidos; es poesía y magia; es cultura, folclore, comidas típicas. Es una tierra de extremos, bipolar y calurosa, pero sin duda auténtica, para bien y para mal.
El autor es abogado.