El pasado 3 de diciembre se celebró el Día Internacional de las Personas con Discapacidad y se llevaron a cabo diversas actividades en conmemoración de este.
Los niños con problemas de aprendizaje presentan características que se desarrollan sobre dos extremos plenamente identificados, que, ante los ojos de los adultos y docentes, los vuelven muy confusos. Por un lado, su ingenio les permite aprender rápidamente sobre temas complejos de ciencias naturales, pero, por otro, pueden afrontar dificultades ante situaciones cotidianas y simples como atarse los zapatos, las cuales se convierten en obstáculos que les generan un alto nivel de frustración, principalmente por la concepción social que los puede catalogar desde “discapacitados” hasta “vagabundos”.
Las relaciones familiares pueden verse afectadas por los problemas que el estudiante enfrenta, el concepto de “su chiquito no es normal” afecta las relaciones familiares en diferentes niveles.
Los miedos familiares se alimentan también de la incapacidad que nuestro sistema educativo ha demostrado para tratar el tema y brindar las herramientas pedagógicas adecuadas.
Bajo un sistema no inclusivo, temas como el rechazo social, el acoso en las escuelas y los estereotipos, provocan que los padres de familia asuman posiciones de negación, miedo, reproches.
Esta tensión de las relaciones familiares puede llevar a los padres a tomar vías o decisiones equivocadas: la “mano dura”, los castigos, las comparaciones, son ejemplos de acciones que reflejan la frustración de un padre de familia.
La atención de estudiantes que requieren necesidades educativas especiales, demanda un proceso estructurado con una estable relación docente-padres de familia y estudiantes.
Nuestras instituciones educativas deben desarrollar alternativas para la detección de estos estudiantes.
Un sistema educativo eficiente debería proveer los profesionales adecuados para realizar tales análisis, bajo esquemas preestablecidos, en donde se tengan definidas las acciones por seguir con tal de brindarle a ese estudiante la oportunidad de iniciar un proceso enseñanza-aprendizaje adecuado a sus necesidades.
Los docentes deben estar preparados para generar (en sinergia con los padres) tales procesos.
El docente debe recibir el apoyo de un sistema educativo que pueda proveer un currículo basado en términos inclusivos y emancipadores y no acentuado en el simple logro de objetivos técnicos.
El sistema educativo como tal debe ser integral y considerar a los diferentes actores presentes en el entorno; el sistema debe ser inclusivo y facilitar herramientas de diagnóstico eficientes; de esta forma podemos encontrar un camino hacia el desarrollo de las diferentes capacidades del ser humano y dejar de estereotipar el término “discapacidad de aprendizaje”.