El concepto de la eutanasia ha estado presente en la historia de la humanidad desde los tiempos más remotos. En la antigua Grecia la vida debía ser buena, agradable o, si no, no valía la pena vivirla. La eutanasia entonces era aceptada y no era siquiera motivo de discusión.
Cambios en el tiempo. Fue en la Edad Media cuando las creencias cristianas consideraron que el ser humano no podía disponer libremente de su vida y la muerte por suicidio, o con la ayuda de un médico o un amigo, se consideró un pecado muy grave.
En la actualidad ha habido muchos cambios en esta manera de pensar, y en muchos sectores, incluyendo varios países europeos y varios estados de los Estados Unidos, se permite la eutanasia prácticamente sin ninguna restricción.
Este tema lo desarrolló muy bien, en un artículo reciente, mi amigo Luis Carlos Ramírez, médico, con quien comparto muchas fases del pensamiento. Luis Carlos explicó excelentemente la incongruencia de que cualquier persona con una mascota gravemente enferma, o que sufra un dolor que no tenga alivio, inmediatamente recurre a un veterinario para que no sufra más y descanse para siempre, y lo hacemos porque la queremos, mientras que no hacemos lo mismo con un miembro de la familia, también querido.
Algunos casos. La Nación ha informado sobre el caso de Brittany Maynard, una joven estadounidense de 29 años que padecía un cáncer terminal y decidió, junto con su marido, mudarse de California, donde la eutanasia no es permitida, a Oregón, que sí lo permite, y ahí murió tranquilamente, rodeada de su familia cercana y de algunos seres queridos.
También está el caso del doctor en psicología ambiental Mauricio Leandro, quien sufre de un tumor cerebral y ya decidió no esperarse hasta el último momento sin tomar una decisión sobre continuar viviendo o no, si se puede llamar “vivir” al sufrimiento con grandes dolores y la pérdida, lenta pero inexorable, de todas las facultades. “La muerte digna no tiene nada que ver con el suicidio”, dijo. “El suicida tiene cinco o diez opciones para seguir viviendo. La muerte digna… ya no tiene ninguna. La gente debe comprender que estoy al final de mi vida, que realmente ya no tengo más opciones… lo único que puedo pedir es que me permitan terminarla, tal y como la he vivido”, agregó.
Me encontraba en Estados Unidos, en un viaje familiar, cuando se presentó el caso, que produjo muchas publicaciones y polémicas en todos los medios de difusión masiva, de Terri Schiavo que pasó 15 años en estado vegetativo, conectada a un ventilador mecánico y una bomba que la mantenía nutrida e hidratada. Su esposo, Michael, pidió permiso legal para desconectarla, a lo cual se opusieron los padres de ella y los miembros de una congregación católica, quienes, incluso, hacían guardia día y noche para evitar que se desconectaran los aditamentos que la mantenían artificialmente con vida.
Tuvo que intervenir hasta la Policía para lograr que se cumpliera una orden de la Corte Suprema de Justicia respecto a retirar todos los aditamentos, y, por fin, Terri pudo descansar en forma definitiva.
Avance en varios países. La eutanasia ha ido avanzando en varios países, a pesar de la férrea oposición de algunos grupos religiosos, sobre todo católicos. Estos, si quieren mantener su oscurantismo, deberían aplicarlo a ellos mismos, pues nadie lo prohíbe, pero que permitan que quienes piensan en forma diferente, tan respetables como los religiosos, sigan el camino de la luz y decidan su propio destino.