Despierto. Hoy vuelve a ser el domingo perfecto del 3 de setiembre de 1944. Leo en La Nación el artículo “Los feminismos”, de Enrique Vargas. Y siento que la preocupación de las siete mexicanas asesinadas cada día es saber bajo cuál de los feminismos de don Enrique fueron ahorcadas o apuñaladas: bajo el “feminismo real” o bajo el “radical”. Es que se lo preguntan al entrar al infierno, adonde llegan porque salen de noche, toman cerveza y usan enaguas.
Preocupación de Mara Fernanda Castilla, violada y estrangulada por un chofer de Cabify, es si su “caso” quedará bajo el protofeminismo o el ecofeminismo.
Y es que mientras nos dejamos llevar por las palabras, la violencia machista mató en el 2016 a 54 mujeres en Costa Rica. Imagine que usted camina por la avenida central y de repente 54 mujeres caen asesinadas. Y a usted le parece increíble. Bueno, ya lo puede creer, porque pasó en distintas fechas y lugares del 2016.
¿Un juego? Don Enrique cree saber que “la mujer debe saber que el primer hijo de su matrimonio es el esposo, porque, queramos o no, los hombres somos niños grandes”. ¿Por eso los hombres matan a sus parejas? ¿Porque juegan como niños? ¿Y las mujeres juegan a hacerse las violadas, las golpeadas, las asesinadas, como niñas? ¿Y las mujeres juegan a que la Policía lleva sus cadáveres a la morgue? ¿Y las mujeres llevan el juego un poco lejos, y juegan a ser enterradas? ¿Juegan a dejar huérfanos a sus hijos? ¿A eso se reducen los feminicidios y violaciones, a que los hombres “somos niños grandes”? ¿No será que un feminicida es un monstruo pequeño?
Don Enrique, ¿en ese feminismo “en defensa de la mujer”, en ese feminismo “dirigido a la consecución del bien”, hay espacio para los cadáveres de las mujeres asesinadas? ¿O solo el feminismo “radical o negativo” tiene cementerios?
Afirma don Enrique que “de prosperar la educación sexual impuesta por el Ministerio de Educación (…) en el país se puede incrementar el turismo sexual”, sin ofrecer nada que lo demuestre, y esa ausencia de veracidad debilita su artículo.
Cada cinco días asesinan a una mujer en España, pero no podemos conformarnos con cifras. Debemos cambiar la cultura machista que inyecta en un hombre el “derecho” a matar a una mujer, a violarla, a golpearla, a humillarla.
Cambio. En las niñas y en los niños está el tiempo de este cambio, en su educación, en mostrarles que la igualdad y el respeto impiden una mano en alto, imposibilitan un cuchillo en mano contra las mujeres.
Pero no nos vayamos sin destacar la “solución” de don Enrique: “La mujer, en cambio, puede ser madre e ir a mucho más, a un feminismo más real, sin dejar de ser persona humana”, o sea, las madres “personas humanas” irán a dejar flores en las millones de tumbas de ese “feminismo real”.
El feminismo “radical” que cuenta muertas cada día, no tiene flores en sus tumbas. Don Enrique, las mujeres que no son madres, las del “feminismo radical”, al no ser personas humanas, ¿son personas vegetales, animales, minerales?
Por cierto, el 3 de setiembre de 1944 seis hombres armados violaron a la muchacha negra Recy Taylor, y nunca se hizo justicia, a pesar de que Hugo Wilson, conductor del carro en el que la secuestraron, los identificó. A pesar de que Joe Culpeppe, uno de los violadores, lo admitió todo. A pesar de que otros cuatro violadores admitieran haber tenido sexo con ella, a quien calificaron de “solo una prostituta”.
Ni siquiera hubo juicio, ni siquiera los asaltantes fueron citados.
Recy Taylor está viva, así que podemos ir a Abbeville, a preguntarle si ella es “feminista real” o feminista “radical”. Y venir a contarle a don Enrique su respuesta.