Desde la década de 1920 por lo menos, el concepto de capital humano fue conocido en América Central, y por entonces se utilizó sobre todo para promover una mayor inversión estatal en el campo de la salud.
Tal tendencia se mantuvo en los decenios siguientes, y solo empezó a cambiar después de 1950, a medida que comenzó a conformarse la teoría del capital humano, que enfatizaba la inversión educativa como fundamento del desarrollo.
Ya a mediados de la década de 1960, el reconocido intelectual nicaragüense Carlos Tünnermann manifestaba que la educación era “un factor decisivo del desarrollo” y representaba el “mayor multiplicador cultural, económico y social”, por lo que “los fondos destinados a los programas educativos” constituían “una inversión y no un gasto”.
Pocos después, el economista costarricense Wilburg Jiménez resaltó que existía una “nueva concepción económica de la educación”, en la que la enseñanza era considerada como “fuente de desarrollo económico, pues representa una inversión en capital humano que perfecciona las aptitudes del hombre y a través de ellas le permite, además de su elevado valor cultural, aumentar su potencial económico”.
Modelos. Según el cuadro adjunto, basado en datos del Banco Mundial, de la Unesco y de la Cepal, a mediados del siglo XX existían en América Central tres modelos de inversión educativa claramente diferenciados: el alto, representado por Panamá; el mediano, en el que se ubicaba Costa Rica; y el bajo, comprendido por Guatemala, El Salvador, Honduras y Nicaragua.
Panamá era por entonces uno los países de América Latina que más invertía en educación, solo superado por Argentina, Chile y Uruguay; además, aventajaba a naciones europeas como España y Portugal y se aproximaba al nivel de Italia e Israel.
En 1955, todos los países habían incrementado su inversión nominal en la educación, a veces de manera significativa, como se constata especialmente en los casos de El Salvador, Costa Rica y Panamá.
De esta manera, antes de que la teoría del capital humano se hubiera constituido y empezara a difundirse, ya en América Central los recursos destinados a la enseñanza pública habían comenzado a crecer. Tal tendencia se acentuó a partir de 1960 y se mantuvo hasta 1980, con Costa Rica por detrás de Panamá durante casi todo ese período.
A su vez, Guatemala, cuya modernización social e institucional fue truncada por el golpe de Estado de 1954 (apoyado por Estados Unidos), quedó como el país más rezagado del área. En contraste, Nicaragua experimentó un crecimiento sin precedente luego del triunfo de la Revolución sandinista en 1979.
En los últimos años de la década de 1970, la inversión educativa costarricense finalmente superó a la panameña y Belice, por la época en que alcanzó su independencia (1981), dedicaba a la educación recursos superiores a los de sus vecinos ístmicos, con excepción de Costa Rica y Panamá.
Retrocesos. Si en la década de 1960 la expansión de la teoría del capital humano coincidió con un incremento de la inversión educativa en América Central, a partir del decenio de 1970 la teoría perdió centralidad como fundamento de política pública, pero la tendencia al crecimiento de la inversión se mantuvo.
Dicha situación varió a partir de la década de 1980. Entre 1985 y 1995, salvo Belice y Panamá, el resto de los países del área experimentaron significativos retrocesos en la inversión educativa, como resultado del conflicto político y militar en que se abismaron Guatemala, El Salvador y Nicaragua, y de la crisis económica que afectó a Costa Rica.
En 1990, Nicaragua tenía un nivel de inversión inferior al alcanzado en 1975; y entre 1990 y 1995, Costa Rica se ubicó por detrás de Belice, que en ese período se convirtió en el país con la segunda inversión educativa más alta del Istmo, después de Panamá.
Fue preciso esperar al año 2000 para que la inversión educativa costarricense superara a la de Belice, pero todavía en ese año los recursos que Costa Rica dedicaba a la enseñanza estaban por debajo de los de Panamá.
Mejoras. Durante la segunda mitad de la década de 1990, la teoría del capital humano experimentó una segunda expansión en América Central. Fue en este marco que, del año 2000 en adelante, todos los países mejoraron su inversión educativa, con excepción parcial de Honduras, cuya tendencia al crecimiento fue interrumpida por el golpe de Estado del año 2009.
En este período, el cambio más importante consistió en que el financiamiento de la enseñanza en Costa Rica comenzó a crecer de una manera sin precedente, en un contexto caracterizado por la creciente inversión extranjera directa y el desarrollo de actividades de alta tecnología en el país.
Para el año 2015, Costa Rica se ubicaba en el modelo alto de inversión educativa, seguida por Panamá y Belice, que representaban el modelo mediano, mientras que Guatemala, El Salvador, Honduras y Nicaragua permanecían en el modelo bajo. En este último estrato, Guatemala ha logrado distanciarse de Nicaragua, al tiempo que Honduras y El Salvador compiten intensamente por liderar tal inversión.
Las tendencias aquí referidas se mantienen incluso si el cálculo se hace con base en valores constantes. El principal aporte de un análisis de este tipo es que muestra que, en el período 1985-1990, países como Guatemala y Nicaragua retornaron a los niveles de inversión educativa que tenían en el decenio de 1950 y que el retroceso en el financiamiento de la educación en Costa Rica se prolongó por casi treinta años.
Munro. En el libro Las cinco repúblicas de Centroamérica, publicado en 1918, Dana Gardner Munro manifestó la esperanza de que la expansión de la educación ocurrida en esa época contribuiría a una mayor estabilidad política y al fortalecimiento de la democracia en la región, e indicó que Costa Rica podía ser un modelo a seguir para el resto de los países del área.
Tal expectativa resultó vana, especialmente en lo que respecta a los casos de Guatemala, El Salvador, Honduras y Nicaragua, ya que tanto guerras civiles como golpes de Estado, dictaduras e intervenciones militares de potencias foráneas como Estados Unidos, afectaron una y otra vez el financiamiento de la enseñanza pública.
En general, la inversión educativa regional se ha caracterizado por niveles ínfimos, con las excepciones de Belice, Costa Rica y Panamá. Tal situación se explica en el contexto de sociedades dominadas por sistemas fiscales muy regresivos, profundas desigualdades sociales y una elevada concentración de la riqueza, a todo lo cual se ha sumado la baja productividad de la mayor parte de las economías del Istmo.
El autor es historiador.