El lunes Marvin Rodríguez se nos adelantó en nuestro destino. Fuimos compañeros en el Municipal de Guatemala, costarricenses y amigos. En lo personal, fui a Guatemala a estudiar, pero, circunstancias del destino, y el amor por el fútbol, me dieron la oportunidad de jugar profesionalmente entre 1955 y 1963, de ellos, cinco como arquero del cuadro edil.
Vivimos una época importante en el fútbol guatemalteco: el retorno de la afición a los estadios después del fracaso de 1950, cuando con una excelente Selección se perdió el campeonato de los Juegos Centroamericanos contra México.
¿Qué aficionado costarricense de los años 50 no conocía a todos los integrantes de aquel Saprissa? Entre ellos Marvin (y Tulio en la línea media). Como estudiante, y ya jugando fútbol, solamente podía venir a Costa Rica en las vacaciones de fin de año para ver a mi novia, Luisa, hoy mi esposa. Para salir del país, teníamos que ir a Extranjería, situada al costado sur de la Casa Presidencial, donde hoy queda el Registro.
Ahí trabajaba Marvin. No recuerdo por qué nos saludamos, y conversando le pregunté: ¿No te gustaría ir a jugar a Guatemala? Me contestó: si me hacen una buena oferta, voy. Nomás regresar, fui a ver al presidente del Municipal Ramiro Ponce Monroy, y le dije: dice Marvin Rodríguez que si le hacen una buena oferta se viene.
A la semana siguiente, estaba con nosotros. Se convirtió en uno de los compañeros más queridos y admirado de todos. Le dio prestancia a un ya buen equipo, entre los que recuerdo a Tony Ewing (tal vez el mejor jugador de aquella época, como un hermano para mí), Rafael Veliz, Ricardo Clark, López Sánchez, Vicente Charles, Omar Muraco, Ignacio González. El entrenador era Lorenzo Ausina Tur. Siempre tengo presente que, gracias a mis gestiones, Marvin se fue a Guatemala allá por 1958 o 1959.
De los mejores. Nos unió una gran amistad, extensiva a su esposa Flor. Para mí, ha sido uno de los mejores cinco jugadores de fútbol que he visto: elegante, inteligente, sabía lo que tenía que hacer con el balón antes de recibirlo; fue un líder que mereció el respeto de todos sus compañeros. Tenía un don poco frecuente: pateaba durísimo la bola sin tomar impulso (y lo digo yo, que fui arquero).
La última anécdota. Hubo una época en Guatemala cuando le regalaban un radio portátil a quien metía el primer gol. Lo hizo Marvin, llegó al vestidor, me dio el radio y me dijo: “Es para ti, pues nunca meterás un gol”.
Estás notas van en nombre de sus compañeros en Guatemala, que siempre lo recordaremos. Ya nos veremos para seguir disfrutando de sus condiciones privilegiadas.
El autor es médico.