Don Fernando Zamora nos brindó el lunes 24 de agosto una serie de reflexiones sobre lo que desde su punto de vista es la fuente de las principales amenazas a la familia. Lo hizo en su artículo titulado “La familia frente al neomarxismo”.
Debo reconocer mi profunda incomodidad por el planteamiento, no solo por la confusión de conceptos, sino también por la trivialización de graves fenómenos sociales.
Dice que escribe a título personal. Sin embargo, difícilmente puede sustraerse de su calidad de secretario general del Partido Liberación Nacional (PLN), pues discute precisamente sobre políticas públicas.
El cargo que ejerce, de manera ineludible, transforma su opinión en objeto de atención al discutir sobre la posición del PLN.
Esto no es necesariamente malo, aunque sus opiniones conservadoras riñen con el impulso histórico del PLN como fuerza liberadora.
Francisco Antonio Pacheco decía el 17 de junio en otro artículo titulado “Gatos negros en un túnel oscuro”, que “la confrontación política es inherente a los partidos”, pues, como advierte, “la unanimidad es el primer paso a la extinción”.
Comparto su criterio, pero no puedo dejar de resaltar la contradicción de un partido socialdemócrata con un secretario general de tendencia conservadora, lo cual queda claro en sus numerosos artículos.
Identificar en qué momento opina en función del cargo y en cuál a título personal, será un ejercicio “curioso”, pero definitivamente confuso.
Contradicción. En este sentido y aunque sea anecdóticamente, me parece una curiosidad la advertencia del origen marxista que hace el autor a quienes según él defienden la “ideología de género”. ¡Sorpresa! Resulta que es el mismo de la socialdemocracia, aunque desde Bernstein haya evolucionado de manera incesante y demuestre una formidable capacidad de renovación y adaptación sin perder su impulso progresista y su voluntad transformadora.
El PLN pertenece, por ejemplo, a la Internacional Socialista y ha sido al mismo tiempo el principal impulsor de la liberalización y apertura que ha transformado nuestra economía desde 1982, y en materia social y cultural ha defendido siempre posiciones abiertas, modernas e innovadoras.
Por eso, no deja de ser curioso que, a pesar de que el objeto de su crítica es la “ideología de género” y el “neomarxismo”, en la práctica, lo que ataca son políticas y tesis que el mismo PLN ha impulsado en materia de mujer, niñez, adolescencia y familia.
El autor reduce la violencia intrafamiliar a manipulaciones neomarxistas. No pretendo caer en divagaciones y, por lo tanto, me limitaré a señalar que las conductas que Zamora identifica, valiéndose de un confuso paseo por la historia soviética, como argumentos destinados a destruir la familia, son por desgracia hechos de los que pueden dar cuenta el Inamu, el PANI, la Defensoría, Paniamor, la Fuerza Pública, la Dirección General de Adaptación Social o los tribunales de familia.
La denuncia y atención de la violencia intrafamiliar constituyen una necesidad del desarrollo en general y de la familia en particular, y no elucubraciones “neomarxistas”.
Educación necesaria. En cuanto a su rechazo de la educación sexual, que de nuevo describe como expresión de la “ideología de género” y del “neomarxismo”, debo defender la política promovida por Leonardo Garnier, es decir, por el PLN en sus dos últimos gobiernos. Una sociedad libre, donde Internet está cada vez más disponible para las personas de todas las edades, debe invertir fuertemente en más y mejor educación para la niñez y la adolescencia.
La formación para la libertad y la responsabilidad debe abarcar todos los factores de riesgo, y sin duda la sexualidad.
La transmisión del sida y de las enfermedades de transmisión sexual entre jóvenes, así como el embarazo adolescente no son elucubraciones “neomarxistas”, sino realidades que se derivan en buena parte de la falta de conocimiento sobre la vida y sus riesgos. Y nada de esto es incompatible con el papel fundamental e indispensable que deben jugar las madres y los padres en la vida de sus hijos.
Igualmente escribe que “a partir de esas ideas absurdas se saboteó la noción de la familia en la que el padre asume responsabilidad de primer orden”.
Me resulta extraño tener que insistir a estas alturas en que además de la existencia de un porcentaje altísimo de familias donde la cabeza del hogar es una mujer, actualmente la necesaria, deseable y legítima incorporación de ellas al mercado de trabajo y a una larga serie de otras actividades ideales para su desarrollo personal y del país, hace más preciso hablar de corresponsabilidad en la familia y en el hogar. Algo que de nuevo es una realidad, no el resultado de conspiraciones “neomarxistas”.
El autor debería reconocer que el modelo de familia donde mamá amasa la masa y papá lee el periódico, ya no es un referente de nuestra realidad.
Fernando Ferraro fue ministro de Justicia.