En 1898, un grupo de inmigrantes cubanos ingreso a Costa Rica, entre ellos Alberto Odio y sus dos hermanas. Una de ellas, Lucila, fue conocida afectuosamente como Malila y, al vivir noventa y ocho años, se convirtió en la mentora de todos los descendientes de esa gran familia.
Tuve la suerte de que fuera mi bisabuela y de disfrutar de la alegría e inteligencia que son características de la mayoría de los cubanos. La casa de mi bisabuela se convirtió en un centro de tertulia, camaradería y hermandad.
Ha sido importante la influencia cubana en nuestro país en la educación, la cultura, el periodismo, la música y el deporte.
Entre la amplia descendencia de Malila, quiero destacar a Raúl Odio, fundador de El Gallito y quien, convertido en un empresario de gran éxito, se tornó en el generoso benefactor de todos los que luchaban por salir adelante.
Cabe destacar también, entre los descendientes de esta familia, a monseñor Rubén Odio, arzobispo de San José; a Rodrigo Carazo Odio, presidente del país, y a Ulises Odio, presidente de la Corte Suprema de Justicia.
Elizabeth Odio y yo iniciamos nuestra sólida amistad al presentarnos como primas en la Facultad de Derecho de la Universidad de Costa Rica. Nos tocó vivir una época dura para la mujer, y ello nos motivó a iniciar una lucha por reformar patrones culturales y legales, en especial el Código de Familia, y continuar hasta la fecha dedicando nuestros conocimientos y esfuerzos a pelear por la justicia y los derechos humanos.
A muchos podrá parecer inadecuada esta breve reseña familiar, pero he querido hacerla en apoyo a los emigrantes cubanos que se encuentran en el país.
Estoy segura de que su travesía es y seguirá siendo muy dura, pero también tengo la certeza de que, a donde finalmente encuentren su destino, tendrán éxito gracias a su talento, fortaleza y espíritu alegre y positivo.
Malila sonreía y disfrutaba de su descendencia, en su lucida mente de noventa y ocho años. Espero que los actuales migrantes cubanos puedan, en nuevas tierras, alcanzar sus metas y cumplir sus sueños.
La autora es directora del Instituto Interamericano de Derechos Humanos.