Hemos sabido siempre que las caídas obedecen a alguna razón médica. Entre las causas geriátricas más frecuentes están los problemas de azúcar (hipo e hiperglicemia), presión arterial (alta o baja), arritmias cardíacas, vértigo, fracturas espontáneas, pérdida transitoria de la conciencia y sedación parcial por exceso de medicamentos o interacción de estos, entre otras causas. No nos hemos percatado, sin embargo, de que también nos caemos por culpa de irregularidades en el entorno domiciliar y en las comunidades.
Al inicio de nuestras vidas en familia, diseñamos casas con un buen número de barreras arquitectónicas, sin percatarnos de nuestro envejecimiento y del cambio en la realidad con los años.
Inicialmente, nuestras edificaciones se concebían privilegiando la estética con diseños ornamentales, gradas, desniveles y otros, convertidos a lo largo del tiempo en factores de riesgo para nuestra salud, pues nos volvemos más frágiles.
Trampas inesperadas. Las caídas por barreras arquitectónicas, como lo son las alfombras sueltas, las plantas, las macetas en el área de deambulación, los niños que se atraviesan, las mascotas que se nos enredan en los pies, los muebles mal colocados o fuera del sitio habitual, los charcos por goteras o por duchas mal diseñadas, rincones y espacios con poca iluminación, además de factores comunales ocasionados por la irresponsabilidad de las municipalidades en todo el territorio nacional, con pésimas aceras, muy estrechas o inexistentes, son causantes directas de las caídas de adultos mayores en huecos profundos, con las lógicas consecuencias de serias fracturas y otras lesiones graves.
Es increíble la poca atención, por no decir ninguna, de los señores encargados de velar por estas obras y de corregir oportunamente las irregularidades para evitar accidentes tan frecuentes, los cuales, a la postre, afectan la calidad de vida de las personas adultas mayores y, en general, de los transeúntes.
Ojalá los encargados sean conscientes de su obligación con la comunidad de velar por la seguridad de la salud y de la integridad física de las personas.
Sería recomendable que los funcionarios de las municipalidades caminen acompañados de los encargados de obras del ICE, de la CNFL, del MOPT y del AyA, pero en forma conjunta, para que dimensionen in situ los riesgos existentes por falta de coordinación y seguimiento entre dichas instituciones. Deben hacer un un análisis serio y profundo de esta creciente patología social y médica que significan las caídas y sus consecuencias, y tomar las medidas necesarias.
En nuestro país hay comunidades sin aceras porque los nuevos condominios no las contemplan, como si esto fuera parte de la modernidad, hasta el punto de impedir a la gente caminar (solo se desplazan en automóvil). Quienes se movilizan a pie deben hacerlo por calles asfaltadas o caminos lastreados, con los consabidos peligros al circular en medio de camiones, carros, motocicletas, bicicletas, etc.
Subidos en las aceras. En la parte urbana se ha hecho una costumbre el uso de las aceras como zonas de parqueo, por lo cual estas desaparecen para el uso de los peatones, a vista y paciencia de las autoridades competentes; también, sufrimos la invasión de motociclistas y bicicletas que, con tal de avanzar con rapidez, invaden las aceras, sin ninguna consideración para quienes las utilizan, y así aumenta el riesgo de accidentes.
Hacemos votos para que esta reflexión permita generar una discusión nacional sobre este creciente problema, que tantos sinsabores acarrea a la comunidad, principalmente a las personas adultas mayores, a quienes se les arrebata la tranquilidad, y se les confina a su espacio domiciliar, por los temores, bien fundados y justificados, de salir a caminar en un entorno cada vez más inseguro.
El autor es director del Hospital Nacional de Geriatría y Gerontología.