La elección de Emmanuel Macron es una revelación para los políticos y partidos tradicionales de Francia.
Es interesante como logró que la sociedad francesa despidiera a los cientos de políticos tradicionales y ganara las elecciones prometiendo acabar con los privilegios de una casta burocrática que tiene hundida la economía francesa con un alto déficit de un 3,5% del PIB y una deuda pública del 96,3% del PIB.
Su discurso fue claro en racionalizar el gasto público, reducir el tamaño del Estado que supera el 57% del PIB y generar más empleo sin necesidad de nuevos impuestos.
Francia emprende así otro camino, en medio de los discursos populistas, de nacionalismo, anticapitalismo y contra el libre mercado. Macron defiende claramente la globalización, el mercado común europeo, la empresa privada y una inmigración administrada. Su discurso ha sido claro en defender una Unión Europea (UE) más fuerte, menos costosa, más unida, menos burocrática, más solidaria y más ágil.
La importancia de Francia. Es interesante señalar que Francia es el segundo socio más importante de la UE, con 66 millones de habitantes y un PIB de $2,6 millones de millones. Es la quinta economía del mundo después de Estados Unidos, China, Alemania y Japón, y cuenta con un sector de servicios que ocupa el 76% de la población.
Francia es el mayor productor agroalimentario de la UE, tiene el puesto 15 en el índice de competitividad global del Banco Mundial y conserva una importante industria automotriz, textil, química, médica, aeronáutica, estética y de telecomunicaciones.
Es una economía abierta que ha apostado por la globalización fomentando el libre comercio de bienes, capitales y servicios para una mayor competencia.
Con la elección de Macron se detiene la corriente de políticos con discursos populistas, que no creen en la globalización y solo piensan en proteger el mercado interno como modelo de desarrollo.
Este joven líder crea un nuevo movimiento En Marche!, ofreciendo una nueva ilusión en el electorado francés, con un discurso sencillo que se centra en defender los intereses vitales de Francia y ponerla de nuevo en marcha.
Este político de solo 39 años revolucionó la clase política tradicional de Francia y captó el sentimiento de un pueblo que estaba desilusionado de las viejas estructuras políticas, vendiendo optimismo, cambio, ética, transparencia y una nueva forma de hacer política.
La elección de Macron es una clara victoria de los ideales por una Francia más competitiva, solidaria, inclusiva y justa. Su elección desplazó a los partidos tradicionales republicanos y socialistas.
Es más que un líder liberal que buscará darle mayor competitividad a la segunda economía de la Unión Europea, con un Estado fuerte, pero eficaz, y una fuerza laboral educada, competente y flexible. La apuesta es más por un europeísmo incluyente frente a un partido que no cree en la UE.
Este nuevo político combinará en forma transversal la izquierda y la derecha, pero, ante todo, será pragmático. Su política es de negociar nuevos acuerdos políticos con una agenda clara y transparente.
Su habilidad es no buscar confrontaciones ideológicas. Con serenidad y una apertura a dialogar, este nuevo líder europeo lo que buscará es sacar a Francia adelante para reducir el desempleo, generando nuevas empresas y oportunidades para una juventud capacitada y competitiva.
Una lección. Para Costa Rica, la elección de Macron debe ser de estudio para todos los candidatos y partidos políticos.
Estamos en una era de profundas transformaciones económicas, ambientales, sociales y tecnológicas; no obstante, nuestras instituciones y nuestro modelo de desarrollo no han evolucionado a la misma velocidad.
Vivimos un creciente malestar por la falta de un compromiso, con una maraña de trámites que nos asfixian, centenares de instituciones que ya cumplieron su objetivo, miles de leyes inoperantes, una escasa inversión pública, poca planificación, una preocupante incapacidad de lograr acuerdos políticos, un Estado que sigue creciendo en privilegios, pero, ante todo, una falta de decisiones políticas valientes ante los graves problemas.
Cualquier decisión en Costa Rica parece paralizarse en el entramado tan complejo de un Estado grande e inmanejable. Padecemos de procesos regresivos con más brechas sociales, económicas y digitales.
Es importante que los partidos políticos tradicionales tengan presente que los votantes cada vez están más fragmentados. Los jóvenes están más desencantados con los actuales esquemas políticos.
La fragilidad electoral y el desencanto es preocupante; he ahí el alto abstencionismo. La falta de ideas, proyectos y buscar acuerdos nos tiene totalmente paralizados. Cada vez se desconfía más del sistema democrático y los partidos políticos. Como nación, hemos perdido nuestra capacidad de diálogo y, desgraciadamente, el desprestigio se ha vuelto viral.
Muchas instituciones públicas no controlan el gasto y no hay voluntad política para poner límites. El gigantismo estatal cada vez nos afecta más. No tenemos capacidad para responder en forma legítima y eficaz a las demandas sociales crecientes. La capacidad del Gobierno Central es cada vez más limitada, cuando lo que requerimos es más efectividad, estabilidad y consistencia.
No nos equivoquemos con ideas populistas y dando mayores privilegios a unos pocos. Acabemos con las pensiones millonarias y los salarios insostenibles. Es época de austeridad y de racionalizar el gasto público. Busquemos un Estado fuerte, pero con gran austeridad, ética y transparencia.
Los programas sociales hay que fortalecerlos sacrificando gastos superfluos. Exijamos posiciones claras de los candidatos en relación con el manejo de la hacienda pública, la generación de empleo y la obra de infraestructura.
No sigamos con el intervencionismo expansivo que ha generado una grave crisis fiscal que no parece tener solución. Lo sucedido en Francia debe llamarnos la atención. Es interesante analizar este fenómeno y escoger el mejor líder para un gobierno éticamente comprometido y efectivo.
El autor es ingeniero.