La patria está de duelo por el fallecimiento de uno de sus hijos más esclarecidos. Alfonso Carro Zúñiga fue mi hermano de ideales. Fue mi maestro de teoría del Estado social de derecho. Juntos firmamos el acta original del Movimiento de Liberación Nacional.
Hombro a hombro trabajamos por el sindicalismo democrático y el cooperativismo solidario. Siempre caminamos por la misma acera en el camino hacia la prosperidad nacional y la justicia para todos.
Los dos enseñamos la doctrina de la democracia social en La Catalina. Concordábamos naturalmente en tesis políticas, tal vez por nuestra común raíz campesina, de Juan Viñas él y de Palmares yo. Me honró como candidato a la vicepresidencia en mi primera campaña. En el Gobierno, me aceptó el Ministerio de Gobernación y Policía.
Su muerte conturba mi espíritu. Estoy de duelo, junto con su esposa y sus hijos. Estoy de luto porque se ha extinguido un cerebro privilegiado y una imaginación generosa.
Estaba al tanto de sus dolencias, pero el desenlace fatal estremece mi alma y estruja mi corazón. Mis quebrantos de salud me han impedido acompañar a su familia en las honras fúnebres.
Persona excepcional. Alfonso provenía de la Confraternidad Guanacasteca y yo, de Acción Demócrata. Coincidimos en la socialdemocracia encabezada por Rodrigo Facio Brenes y José Figueres Ferrer.
Comencé a beneficiarme de sus enseñanzas en mi época del movimiento sindical. Concordamos en el apoyo al cooperativismo. Fue el creador de la Cooperativa Autogestionaria de Servicios Aeroindustriales y abogado de empresas cooperativas como la Dos Pinos y Montecillos.
En la administración de Francisco J. Orlich, Alfonso fue un excepcional ministro de Trabajo. Desde la embajada de Costa Rica en Israel, que me correspondió abrir, se gestionaron apoyos para el cooperativismo y para la institución emblemática que él fundó: el INA. Su productiva labor en la Caja Costarricense de Seguro Social, en el INVU y en el Patronato Nacional de la Infancia es legendaria.
Don Pepe apreciaba la solidez de su pensamiento político. Daniel Oduber respetaba su cultura europea y su inteligencia notable. Don Chico admiraba la integridad de su carácter y el valor ético de sus ideas. De los cuatro, considero que estuve más cerca de Alfonso por esa hermandad de anhelos forjada en nuestras luchas de siete décadas.
Muchos preguntan extrañados, ¿por qué Alfonso no fue presidente de la República? Algunas veces me dijo que él no estaba preparado para atravesar los aros de fuego de una candidatura. Luego me enteré de que, en el lecho de muerte, su madre, doña Cleofe Zúñiga Madriz de Carro, le hizo jurar que nunca recorrería el viacrucis de una campaña electoral. Alfonso fue fiel a ese juramento.
Yo deseaba que, como una de las figuras más destacadas en el mundo de la academia y de la política, desde la presidencia, Alfonso hubiera dado un vigoroso rumbo nuevo a la obra de sentido social emprendida en la modernización del Estado y de la economía. Qué distinta habría sido la historia contemporánea de Costa Rica.
Luis Alberto Monge A. es expresidente de Costa Rica