Debe ser muy difícil hacerse cargo de la seguridad en una comarca en donde las autoridades se han convertido en civiles con uniforme, sin ninguna preparación militar que les inspire la disciplina necesaria para mantener el respeto en la comunidad.
Para resguardar el orden es necesario ser gentil con todos aquellos que acatan las leyes, pero también se requiere saber en qué momento hay que guardar el código de la gentileza y sacar el guayabo de que hablaba don Pepe.
En este país ya la debilidad de la ley es endémica y se siente la necesidad de fortalecer la autoridad. Nos hemos acostumbrado a un régimen de tolerancia que ha terminado por convertirse en alcahuetería de antisociales y asesinos.
Que se respete la autoridad y que se prepare a la policía para ejercerla pero -mucho cuidado- que no se convierta en abuso como sucede en casi todos los países militarizados, porque entonces, nos resultaría peor el remedio que la enfermedad.
La encrucijada en que se encuentra el Ministro es que debe imponer el orden con un sistema penal lleno de rendijas, para beneplácito de los infractores.
Que expulsó a unos asaltantes a su país de origen para que los juzguen allá. ¡Es inconstitucional! Si los hubieran dejado aquí, ya se habrían escapado o los habrían dejado en libertad con una fianza de cien pesos. Que quiere encarcelar a los chapulines. ¡No se puede! Hay que dejar en libertad a los angelitos esos porque son menores de edad y están exentos de pena aunque roben y maten. Así es muy difícil. Y todavía hay quienes creen que todos estos problemas se resuelven cambiando al ministro. ¡No! Más bien, son pocas las veces que ha existido un ministro intentando hacer las cosas bien sin saltarse la ley. Lo que sucede es que, en vista de los buenos dividendos que deja la delincuencia y el poco riesgo que se corre y además, como en todos los niveles jerárquicos se roba, ya ni vergüenza les da a los que tengan la mala suerte de ser sorprendidos in fraganti.
Dichosamente, por fin están revisando las leyes penales y sus procedimientos. Ojalá que salgan pronto de la Asamblea Legislativa con las normas de agilidad requeridas para que haya justicia de verdad y que, de una vez lleven la bendición de la Sala Cuarta. No vaya a ser, que algún antisocial, con la asesoría de un buen abogado, logre paralizar las acciones en los estrados de ese alto tribunal.