Que a estas alturas de mi vida pueda yo ser impresionado, al punto del deslumbre, por el apoderamiento absoluto del escenario del Teatro Nacional de siete muchachos, con edades de entre 13 y 15 años, hasta el mayor de 22, es un tour de force de orden nacional, centroamericano y, por qué no decirlo, latinoamericano. Un fenómeno en Costa Rica en cualquier época o área y, por eso, me atrevo a calificarlo con tales epítetos.
La Orquesta Sinfónica Nacional, dirigida por el invitado y veterano maestro Irwin Hoffman, ha venido organizando por varios años seguidos estos conciertos, “Jóvenes solistas”, como parte de su temporada regular anual. Con el Teatro Nacional colmado, el acontecimiento tuvo lugar el viernes 8 de noviembre a las ocho de la noche.
Esta clase de programa anual se ha constituido en una estupenda oportunidad y experiencia para los jóvenes y talentosos músicos que nos están demostrando que, con una muy rigurosa disciplina, se alcanzan resultados prodigiosos. Imponderable ejemplo para nuestro país en cualquier ámbito.
El primer solista fue el percusionista Josué Berrocal Salas, quien se plantó detrás de su marimba e inició, con notable fluidez, el tercer movimiento del Concierto para marimba y orquesta , de Eric Wasen. El solista aprovechó cada ángulo de la hermosa y espectacular obra para lucirse.
Seguidamente, el guitarrista Adrián Montero, de 17 años, le sacó un inmejorable partido a ese desgarrado e inspiradísimo segundo movimiento del Concierto de Aranjuez , del español Joaquín Rodrigo.
La violinista Monserrat Siles Umaña, de 15 años, se impuso, musical y técnicamente, ante la virtuosística pieza de Camille Saint-Saëns: Introducción y rondó caprichoso , logrando superar fluidamente todos los complejos pasajes de la célebre obra del compositor francés.
Sebastián Barrientos Espeleta, pianista de tan solo 13 años, atacó con contundente propiedad el allegro del Concierto en re menor , de Juan Sebastian Bach. Con absoluto control terminó su ejecución levantando una verdadera oleada de aplausos de los asombrados oyentes. Lógicamente, Barrientos es alumno del instituto de los rusos Sklioutovski.
Después del intermedio, el saxofonista José Andrés Elizondo inició el allegro con moto del Concertino de cámara para saxofón alto y orquesta , de Jacques Ibert, con el cual expuso una sólida técnica y una alta comprensión de la partitura del compositor francés.
La violinista Irina Casasnovas, de 13 años, continuó el programa, que exhibió el enorme talento de este distinguidísimo grupo de jóvenes artistas costarri-censes, con el allegro de la Sinfonía española , del francés Edouard Laló.
A Luis Esteban Herrera, vecino de Tilarán, Guanacaste, le correspondió cerrar la noche. Pianista y también alumno de la escuela Sklioutovski, haciendo gala de una refinada sensibilidad y controladísima técnica, puso de relieve su talento y su comprensión ante las enormes demandas del Andante spianato y Gran polonesa brillante , opus 22, de Frédéric Chopin. El conmovido público que llenaba el teatro se levantó de un salto con un trepidante aplauso y gritos de “bravo” para premiar a este joven y más que notable pianista costarricense.
Tenemos que mirar con gran respeto y admiración el trabajo refinadísimo de estos siete notables ejecutantes costarricenses, paradigma de talento, responsabilidad y enorme capacidad de trabajo, así como de la nada común eficacia de la metodología y radiante guía de parte de sus correspondientes profesores.
La batuta de Irwin Hoffman fue más que acertada y con la sabiduría que se proyecta siempre en todo lo que él dirige.
Felicitaciones muy cálidas a la organización de La Sinfónica por el acierto de este inspirador programa.
Una amonestación a quien le incumbió levantar el programa de mano para este concierto, el cual está lleno de faltas de ortografía.