En días pasados, el terrorismo islamista nos hizo aprender algo de francés a todos. Quien no sabía decir más que oui, por lo menos aprendió que je suis significa “yo soy”. Todos nos hemos llenado de carteles y hashtags , poniendo #JesuisCharlie, identificándonos con los 12 muertos del semanario Charlie Hebdo (cuyo crimen había sido satirizar al profeta Mahoma, al igual que lo hizo en decenas de oportunidades con líderes judíos, católicos, políticos y muchos otros, por supuesto sin la consecuencia trágica de esta ocasión).
Luego aparecieron algunos que se pusieron #JeSuisJuif , en homenaje a los cuatro muertos en el supermercado Kosher de la capital francesa, también víctima del terrorismo.
Más tragedias. Si me permiten, me gustaría poner otros hashtags más.
#Jesuisnigerian, recordando a los 2.000 muertos que la organización terrorista islámica Boko Haram se cobró solo la semana pasada. O pidiendo por las 200 niñas que fueron secuestradas por dicha organización hace más de seis meses por ir a una escuela cristiana, y que se presume han sido vendidas como esclavas sexuales.
#Jesuisirakienne, en nombre de los miles asesinados por la locura del Estado Islámico en Mosul, y los más de 200.000 cristianos que debieron huir de sus casas para no ser degollados por el terror islamista.
#Jesuispakistanais, por los 141 muertos, en su mayoría niños asesinados por el movimiento talibán en Peshawar hace menos de un mes, cuando ingresaron en una escuela y dieron muerte a estudiantes de entre 5 y 16 años.
El problema del terrorismo islámico es algo que nos afecta a todos. Tal vez en épocas “pre-hashtags” hubiésemos dicho Je suis argentine , cuando un suicida patrocinado por el movimiento terrorista Hezbollah (apadrinado a su vez por Irán), se inmoló en las instalaciones de la AMIA, en Buenos Aires, llevándose la vida de 85 personas, y demostrando, al igual que en el atentado del 11S en las Torres Gemelas, del 11M en Atocha y en tantos otros, que la locura terrorista no conoce de fronteras.
Durante la larga noche del nazismo, el pastor Niemoeller hizo su célebre poema en el que afirmaba: “Primero vinieron por los comunistas, pero no hice nada porque no lo era… luego vinieron por los socialdemócratas, guardé silencio porque no lo era… luego les tocó a los sindicalistas, pero tampoco protesté porque no lo era… cuando vinieron por los judíos también callé porque no era judío. Ahora vienen por mí, y ya no hay nadie que pueda protestar”.
Convivencias. Por eso decimos Je suis. Porque es la forma de protestar, aunque no nos toque. Por eso hoy, como judío, me pongo del lado de los musulmanes que quieren vivir en paz con cristianos, judíos, budistas, hindúes o de cualquier religión. Porque quiero convivir en paz con aquel que acepte que podemos vivir en respeto y tolerancia a pesar de las diferencias, o incluso enriqueciéndonos de ellas.
Hoy como judío, aquí en Costa Rica, en Francia o en cualquier lugar del mundo occidental puedo ir a rezar a mi sinagoga, al igual que el católico puede ir a su iglesia y el musulmán a su mezquita. Cuando leía en La Nación (10/1/2015) la entrevista al señor Abdulfatah Sasa, quien decía en pocas palabras que esto es culpa de Occidente, pensaba cuántas mezquitas hay en Occidente y en la prohibición de construir iglesias en Arabia Saudí u otros Estados árabes del Medio Oriente… ¿De eso es culpable Occidente? ¿De permitir ejercer la libertad de culto? ¿De permitir practicar la religión que uno quiera?
En dicha entrevista, comienza diciendo que condena los ataques pero luego los justifica culpando a Occidente de lo ocurrido. Y contra el terrorismo no hay “peros”. La condena debe ser absoluta y terminante. Además, afirma que no se puede culpar a 1.800 millones de musulmanes por lo que hacen dos o tres extremistas. La verdad es que, si fuesen dos o tres, el problema no sería tan grave, no habría miles de muertes, no existirían niñas secuestradas y no habría cristianos perseguidos. Desgraciadamente son muchos más. Pero siguen siendo minoría en el mundo musulmán, que debe alzar su voz y condenarlos abierta y frontalmente. Ojalá que puedan hacerlo. Desde ya tendrán el apoyo del mundo libre, occidental, democrático, tolerante y respetuoso de las minorías. Ese que, como yo, hoy dice Je suis Charlie, Je suis Juif y Je suis muslim .
En definitiva, alzamos la voz para que no se cumpla la profecía de Martin Luther King cuando dijo “Nuestra generación no se habrá lamentado tanto de los crímenes de los perversos como del estremecedor silencio de los bondadosos”.