Que tanto iba a la fuente… y se quebró. La abstención de los Estados Unidos en el Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (CSONU), con la que se condena a Israel por sus ilegales “asentamientos” (realmente, colonias) en territorio palestino, se produjo el pasado viernes 23 de diciembre. ¡Por fin se hace alguna justicia!
Lo lamentable es que tal posición la haya adoptado el presidente Barack Obama solamente al final de su largo mandato de ocho años; e, incluso, después de soportar resignadamente innumerables agravios de parte del gobierno de su “aliado” en Oriente Medio.
Así, esta posición de Obama no parece otra cosa que una vulgar “sacada de clavo”: la resolución resulta extemporánea y no tiene carácter vinculante por lo que Israel seguirá haciendo lo que siempre ha hecho: tirar al cajón de la basura esta nueva resolución, similar a muchas otras con idéntico destino.
El presidente estadounidense, sin embargo, como en un juego de cartas, se guardó su carta de triunfo ( his trump card ) y se la jugó al final, diga lo que diga y haga lo que haga luego el señor del triunfante apellido y (lamentablemente) próximo ocupante de la Casa Blanca.
Reunión cimera. Para el próximo 15 de enero, ha sido convocada por Francia, en París, una reunión internacional sobre la necesidad de resolver el conflicto palestino-israelí.
Con mucho retraso, la comunidad mundial ha decidido enfrentarse a este caso, posiblemente aceptando que el juego del gato con el ratón, que ha jugado astutamente por décadas Israel con Palestina, debe llegar a su fin.
En efecto, en este juego en el que Israel ha contado con el apoyo irrestricto de todos los gobiernos de turno de los EE. UU. (incluidos los dos de Obama), utilizando siempre el poder de veto con que cuentan los EE. UU. en el CSONU, Israel ha hecho caso omiso de no menos de cincuenta resoluciones de dicho organismo, amparada al curioso papel que su incondicional aliado y protector juega no solo como parte del conflicto, sino también como juez: ¡cosas veredes, Sancho amigo!
Es de esperar que de tal reunión surjan decisiones realmente contundentes, como podrían ser las que obligaron a la Sudáfrica de los supremacistas blancos a eliminar su discriminatoria legislación contra la mayoría negra, medidas de aislamiento internacional que obliguen al actual gobierno y a los siguientes a respetar tanto el derecho internacional como el respeto a los derechos humanos en los territorios palestinos que ilegalmente considera como “anexados” por la ley del más fuerte.
En este sentido, los países de la Unión Europea que concurran a esta cita harían bien en ponerse serios y actuar, al menos por primera vez, dejando de ser caja de resonancia de su gran aliado trasatlántico. Y no está de más recordar que Israel es posiblemente el único país creado por una resolución del CSONU (1947); y que, como tal, está obligado por el derecho internacional, más que ningún otro miembro de la ONU, a respetar y a obedecer sus decisiones.
El autor es ensayista.