Si hacemos un recuento de los viajeros en Semana Santa, tendremos que muchos no regresaron a sus casas, otros terminaron hospitalizados; 13 fallecieron en accidentes de tránsito, otros ahogados y 40 por homicidios. Una madre destrozada e inconsolable lloraba la muerte de su hija a manos de un joven presuntamente ebrio, quien invadió el carril contrario.
Fueron 43 las muertes en la Semana Mayor, lo cual nos evoca y confirma “la realidad de la salvación”. Los heridos hospitalizados tampoco llegaron a sus casas, donde los esperaban con ilusión. ¡Cuántas vidas y esperanzas truncadas!
Como expresa el autor Francisco Fernández-Carvajal: “Si cada cristiano fuera consecuente con su fe, no tardaríamos en cambiar el mundo: lo habríamos convertido en un lugar más humano, donde la convivencia resultaría más fácil y grata…” ( Hablar con Dios , tomo VI, p.151).
Afición por la muerte. Al dolor de tantas muertes, debemos agregarle las causadas por los “piques”, carreras suicidas producto de unas autoridades públicas permisivas e irresponsables. A esa alcahuetería se le suman los brutales feminicidios, las agresiones y muertes de niños causadas por sus padres, más las violaciones, violencia familiar, robos, secuestros, asaltos.
Es patente el menosprecio por la vida humana, para algunos, lamentablemente, un objeto eliminable.
Las familias, las escuelas, los colegios y las universidades son ambientes ideales para fomentar el respeto a la vida. Dejemos de concebir el mundo como la realidad absoluta.
Por eso estamos como estamos, carentes de valores humanos y espirituales. En cambio, tendemos a apoyarnos en la debilidad y olvidamos que la vida es lucha y que la fidelidad a la lucha diaria produce felicidad.
Por último, también cabe sumar el costo de los heridos recogidos por la Cruz Roja, tanto en las carreteras como en las plazas de toros. Los heridos son hospitalizados y debe pagarse por ellos. Por tanto, el país no puede convertirse en tierra de homicidios y de accidentes de tránsito. Procede preguntarse si habrá algún medio, legal o cultural, para frenar la carrera necrofílica o de afición por la muerte.
El autor es abogado.