Asistí al debate sobre seguridad ciudadana organizado por el periódico La Nación el día 7 de junio, con muy buen suceso, no solo por el excelente nivel del discurso y los temas, sino por las precisiones que allí se hicieron. Expertos todos y de alto fuste, los expositores no escatimaron sesos en desarrollar cada uno su tema, haciendo gala de su capacidad de síntesis y de sus nutridos conocimientos por el fondo.
Por esta razón, haré algunos apuntes sobre las cuestiones más álgidas y conspicuas, en una alusión genérica y matizada por mi propia opinión, pero en forma sintética y puntual.
Inequidad y delincuencia. Es “la inequidad en la distribución de la riqueza” la causa fundamental –por ende, no la única– en la generación del delito, el delincuente y la delincuencia, existiendo una conexión directa con la inseguridad ciudadana real y la virtual que, en todo caso, se convierte en real en sus efectos. A salvo quedó la conclusión de que entonces son solo los pobres los que delinquen y la discusión sobre los delitos de cuello blanco.
Me atrevo a señalar que este tema de la distribución de la riqueza es rector y neurálgico, pues involucra y cuestiona el modelo de desarrollo económico del Estado, su política criminal, el derecho penal como su superestructura de dominación y la Policía como su agencia conveniente.
“El éxito en la lucha antidrogas no debe medirse en kilos o fardos decomisados, sino en bandas u organizaciones desarticuladas”. Debemos concluir, necesariamente, que debe hacerse un trabajo más inteligente, efectivo y sostenible, y no para las estadísticas, ni para la foto de primera plana.
“Es la prevención y no la represión” la que nos puede hacer ir en la dirección correcta. El legislador crea en abstracto la conducta punible, pero le toca al poder ejecutivo implementar efectivas políticas públicas y agresivos programas de prevención del delito, justamente para que no se lleguen a realizar esas conductas tipificadas en nuestro código penal.
El endurecimiento de la penas –en especial la privativa de libertad– no ha tenido buenos resultados en el mundo, ni en países de mayor violencia y criminalidad como Guatemala, Honduras y El Salvador.
Un excelente avance ha sido el programa de seguridad comunitaria, porque sí creo que la seguridad es cosa de todos, aun cuando estemos claros de que la competencia formal y legal es del Estado, que tiene una posición de garante frente a los ciudadanos.
“Se observa en Costa Rica un síntoma tan preocupante como novedoso”, cual es la defensa por parte de un grupo de personas de un presunto responsable de legitimación de capitales, lo cual es comparable con la defensa del extinto Pablo Escobar que hacían, otrora, algunos pueblos colombianos. Esto es señal de que el Estado no cumplió con esa comunidad, ni cubrió sus necesidades básicas oportunamente y resulta que el crimen organizado sí les da la escuela, la iglesia, la plaza, el salón comunal, centro de salud, etc.
Corrupción policial. “La existencias de varias policías dependientes de diferentes ministerios e instituciones es el mejor antídoto anticorrupción, pues concentrar demasiado poder puede ser peligroso y tentador”.
En este aspecto no sé si se peca de candorosos o simplistas, pues todos somos testigos de bastantes actos de corrupción policial, aunque muchos son detectados, y la mayoría honesta libra una lucha sin cuartel y permanente contra ese flagelo.
Finalmente, afirmó alguno de los expertos que la DIS se ha profesionalizado y que hoy hace un trabajo de inteligencia muy necesario y serio. Aclara de oficio que a él no le gusta la política. El moderador, don Armando González, con muy buen tino, se encoge de hombros y, con cierta timidez pero con fisga, le enmienda la plana y dice: “pero a la DIS sí”.