Son varios los casos de errores en los juzgados –el último en el de San Carlos–, en donde se registra la cédula de las personas de forma incorrecta y se les impide salir del país, personas que no tienen nada que ver con la demanda planteada.
El último caso, el de Andrea Castro, debería ser la gota que colma el vaso. El juzgado debería enviar a revisar todos los registros de oficio para así evitar problemas a más personas inocentes.
¿Qué tal si hay más errores? Pues los juzgados deberían, ipso facto, proveer un teléfono de consulta para que las autoridades aeroportuarias llamen para verificar las cédulas en caso de duda. Es algo que debería estar en funcionamiento desde que se dio a conocer el primer caso. Igualmente, las autoridades aeroportuarias deberían modificar sus procedimientos para hacer esas consultas.
Errores evitables. Ahora, ¿es esto evitable? ¡Por supuesto! Los sistemas informáticos deben ser construidos para evitar lo más posible el error humano. No es posible que en pleno 2016 exista un sistema que permita introducir una cédula de identidad y que no traiga automáticamente el nombre de la persona asociada a tal número.
Si esto se hiciera así, sería muy sencillo detectar el error en el momento mismo de la digitación, dado que el nombre de la persona no correspondería.
¿Quiénes construyen estos sistemas? ¿Quiénes revisan los requerimientos y los alinean a la estrategia de la empresa? ¿Quiénes planifican las pruebas? En estos casos no solo falla la persona que digita, sino los desarrolladores, los diseñadores, incluso las personas que dan los requerimientos y los que hacen las pruebas.
Que esto pase en un sistema estatal no es menos que una vergüenza en un país que ofrece desarrollo de sistemas informáticos a todo el orbe. Las barbas a remojar, y a reparar esto inmediatamente: otro caso sería el acabose.
El autor es arquitecto de sistemas de información.