La burocracia y la incapacidad de muchos burócratas están matando, poco a poco, el buen presente y, sobre todo, el próspero futuro que podrían tener miles de niños y jóvenes de este país si lograran estudiar en un aula digna, con computadoras y conexión a Internet de primer mundo.
Plata para invertir en reparaciones y en nuevas y modernas escuelas y colegios, sobra. Plata para comprar tecnología de punta y darles accesos de altísima velocidad a la red, también sobra.
Lo que falta es voluntad. Lo que falta son reformas legales para aniquilar la maloliente tramitomanía y, sobre todo, lo que falta es sancionar a esos funcionarios perezosos que entraban la inversión.
Hay dos casos que ya deberían impacientar al Ministerio Público, a los diputados, a los ministros, a los sindicatos y a usted que paga impuestos: la poca, la escasa inversión que hacen el Ministerio de Educación, las juntas de educación y el millonarísimo Fondo Nacional de Telecomunicaciones (Fonatel).
Entre los tres, manejan una fortuna que tienen engavetada, haciendo nada, porque así ellos, sin vergüenza, también hacen nada.
Solo las juntas de educación, encargadas de invertir el dinero asignado para construir y reparar centros educativos, tienen engavetados ¢133.000 millones, la mitad de los ¢269.000 millones que les giró el MEP para mejorar las condiciones de estudio de miles de niños y adolescentes.
Ese modelo de asociaciones comunales que trabajan ad honorem y, en su mayoría, sin noción de cómo administrar fondos públicos, es obsoleto. Los diputados deben pensar ya en reformas para desaparecer y dar vida a un esquema más eficiente e, incluso, más transparente porque la corrupción es mucha.
El mismo engavetamiento se da en Fonatel. Este diario reveló que los administradores de ese fondo invirtieron el año pasado la bicoca de ¢1.134 millones en reducir la brecha digital, 56% menos que un año atrás. En contraposición, les quedaron ¢18.000 millones haciendo nada, mientras hay tantísima necesidad en niños y jóvenes.
Ya es mucha la tolerancia con Fonatel, con el MEP, con las juntas de educación, que condenan a niños y jóvenes al rezago educativo y digital.
El autor es jefe de redacción en La Nación.