El artículo recientemente publicado por el historiador Raúl Arias Sánchez (La Nación, 2/7/10) muestra claramente por qué el Consejo Superior de Educación debería reconsiderar su decisión de poner a leer a los estudiantes de colegio de Costa Rica los libros que él, Juan Rafael Quesada y Armando Vargas han escrito sobre la guerra de 1856-1857 y la figura de Juan Rafael Mora.
Para empezar, Arias Sánchez evidencia una completa incapacidad para el debate académico y compensa tal vacío con fáciles ataques personales que, en una manifestación más de su habitual intolerancia, lo llevan al extremo de descalificar toda mi producción historiográfica.
Como producto de esa incapacidad, de su débil y precaria formación como historiador y del marco ideológico que domina su punto de vista sobre la guerra de 1856-1857 y la figura de Mora, Arias Sánchez no vacila en equiparar (al igual que lo hace Vargas) a los opositores de Mora con los partidarios de los filibusteros, con lo cual, alguien como José María Castro, queda clasificado automáticamente como profilibustero.
Lo más grave de este enfoque (que será aprendido por los colegiales costarricenses, si el Consejo no reconsidera su decisión) es que plantea que Mora no podía tener una oposición legítima, dado que todos los que se le oponían son definidos como profilibusteros.
Así, uno de los componentes fundamentales de toda democracia, la existencia de una oposición política, es descalificado y condenado.
A lo anterior, Arias Sánchez añade el anacronismo de equiparar la oposición política que enfrentaba Mora a mediados del siglo XIX con los puntos de vista críticos acerca de su gestión gubernamental planteados por los historiadores e historiadoras en el siglo XX.
Sin fundamento. La afirmación de Arias Sánchez de que el capítulo I de su libro introduce el contexto histórico en que se libró la guerra de 1856-1857 carece de fundamento. En la mayor parte de ese capítulo, lo que hace es reproducir los datos de población de Thiel y de los censos de 1864, 1883 y 1892, sin considerar las críticas al respecto formuladas por Héctor Pérez (según Arias Sánchez, Costa Rica tenía unos 43.557 habitantes en 1824, casi 14.000 personas menos que las consignadas en las cifras originales del censo de ese año).
Por si esto fuera poco, no dice una palabra sobre el desarrollo del capitalismo agrario ni acerca de los procesos de concentración y centralización de capital, ni cómo tales procesos fueron afectados por la guerra, la caída demográfica provocada por la peste de cólera y la crisis económica de esos años.
La limitada capacidad de Arias Sánchez para comprender lo que lee se evidencia de nuevo cuando señala que yo afirmé que él descontextualizó la guerra contra los filibusteros para favorecer al bando opositor al TLC. Lo que yo indiqué fue que, durante la coyuntura a favor y en contra del TLC, él decidió descontextualizar esa guerra, pero no me referí a las razones por las cuales procedió de esta manera.
Ciertamente, el libro de Armando Rodríguez y el de Carlos Meléndez son producto de dos tesis de licenciatura; pero como lo señaló Meléndez en 1984, el libro de Rodríguez termina con la batalla de Rivas (11 de abril de 1856) y no considera el período posterior, por lo que ofrece una visión parcial y limitada de la gestión gubernamental de Mora. A esto habría que agregar que, en términos de organización, revisión de las fuentes históricas y presentación de resultados el libro de Meléndez tiene un grado mayor de elaboración que el de Rodríguez. Desconocer estas importantes diferencias muestra, una vez más, la falta de seriedad de Arias Sánchez.
Sobre el panel. Por último, con respecto al panel que se efectuó el 30 de noviembre del 2009, me permito reproducir los siguientes párrafos de la carta que, el día 18 de ese mes, envié a Maria Eugenia Bozzoli, presidenta de la Academia de Geografía e Historia, y al doctor Arturo Robles, presidente del Ateneo:
“Acuso recibo de su nota del 16 de noviembre pasado, en la que me invitan a participar en un panel sobre el tema “Juan Rafael Mora y la Campaña Nacional de 1856-1857: juicio ante la Historia”, actividad que ustedes consideran “fundamental para la Historia Patria”.
Si bien agradezco su invitación, debo declinarla, en razón de que la concepción de la historia implícita en el título del panel representa una forma de considerar el pasado contra la cual ha estado dirigido todo el proceso de renovación historiográfica, iniciado en Costa Rica en la década de 1970, y del cual formo parte.
En efecto, para quienes hemos participado en ese proceso, el trabajo del historiador consiste en plantear problemas de investigación, no en “juzgar”. A esto debo añadir que la llamada “Historia Patria” refiere a una de las formas más tradicionales de aproximarse al estudio del pasado, no exenta de prejuicios nacionalistas.
Sería importante que El Ateneo y, en particular la Academia de Geografía e Historia de Costa Rica, procuraran ofrecerle a la sociedad costarricense concepciones actualizadas de la disciplina histórica, que contribuyan al desarrollo de una ciudadanía crítica e informada”.