Está visto que formar parte de la crema y nata de algo, según cualquier ranquin planetario, hace feliz a un pueblo. Después del campeonato mundial de fútbol de 1990, Costa Rica figuró por un tiempo, en el ranquin oficial de la FIFA, entre las 16 mayores potencias futbolísticas del mundo y aquello nos hizo tan felices como si viviéramos en la aldea de Los Pitufos. Fue una lástima que por aquel entonces todavía no existiera el Happy Planet Index (HPI) o Indice del Planeta Feliz (no la traducción de mal gusto que circuló en Alajuela), pues desde aquel año nos habríamos montado para la eternidad en uno de sus primeros lugares. Bien entendido, aunque su nombre en inglés se presta a confusiones, no se pretende que el HPI sea una medida del grado de felicidad, pero como nuestro gobierno insiste en presentarlo como tal, ocultaremos cualquier razón para ponerlo en duda y nos declaramos patrióticamente contentos.
Sin duda, hay mérito en aparecer en cualquier lista que vaya a ser leída, en muchos idiomas, por miles de millones de personas. Por eso fue una suerte que, gracias a la distracción de uno de nuestros gobernantes, hace algunos años tuviéramos la oportunidad de figurar entre los integrantes de la coalición militar más mentirosa y agresiva y con mayor potencial destructor de toda la historia, y junto a Nicaragua, El Salvador, República Dominicana, Tonga y otros miniestados compartiéramos la gloria de ser autores -solo morales, pero autores al fin- de una masacre de civiles inocentes comparable al genocidio armenio cometido por los turcos hace alrededor de un siglo. Señalemos, en favor de nuestro gobernante, que nos metió en aquel enredo por razones de lealtad, ya que “no podía fallarle a mi amigo míster Bush”.
El HPI se ha publicado en tres ocasiones desde 2006 y con el fin de compararlo con el ranquin oficial de la FIFA hemos tomado nota de cuáles países ocupan los 16 primeros lugares del de 2012 (algo así como la lista de los equipos que llegan a la segunda ronda del campeonato mundial de fútbol), y hemos comenzado a preocuparnos porque esa lista está integrada por Costa Rica, Vietnam, Colombia, Belice, El Salvador, Jamaica, Panamá, Nicaragua, Venezuela, Guatemala, Bangladesh, Cuba, Honduras, Indonesia, Israel y Paquistán, de lo cual sacamos tres brutales conclusiones: los países ribereños del Caribe son un saco de risas, la promesa de convertirnos en el primer país desarrollado de América Latina fue una amenaza de volvernos infelices, y si el gobierno insiste en mantener el rumbo que lleva lo hace para no alejarnos ni un jeme de la felicidad.