Hace días ando con la idea de escribir un artículo sobre el Gobierno que terminará sus funciones el próximo 7 de mayo. Diversos factores me impidieron hacerlo antes. Ahora que es evidente que el propósito de estas líneas no es el de procurarme un puesto gubernativo, me decido a escribirlas.
Según lo demuestran las encuestas, la opinión predominante en Costa Rica es que el gobierno de la presidenta Chinchilla ha sido malo. Los más severos, incluso, lo califican de “pésimo”. Algunos destacados intelectuales han sostenido lo contrario; yo me uno a ellos para afirmar que la labor del Poder Ejecutivo en los cuatro años anteriores ha sido buena, y hasta me atrevo a decir que fue muy buena.
Logros y lunares. Hay varias formas de calificar la forma en la que un Gobierno ha cumplido su tarea. Una de ellas es muy simple y consiste: simplemente valorar (en una forma objetiva, si no fuera mucho pedir) sus logros en distintos campos. Doña Laura concluirá sus labores dejando al país en una situación económica buena, con las dos excepciones a las que me referiré más adelante: una inflación inferior al 4%, que es la más baja en muchísimos años; un crecimiento del 4%, que todos quisiéramos que fuera mejor, pero que es aceptable; y un tipo de cambio del colón con respecto al dólar que, finalmente, se ajustó a una cifra que no favorece ni perjudica mucho a ninguno de los sectores directamente afectados.
Los dos lunares de ese desempeño económico son el déficit fiscal y el nivel de pobreza. Por muy crítico que se pueda ser, deberá reconocérsele al Gobierno saliente el esfuerzo valiente que hizo para presentar e impulsar en la Asamblea Legislativa (con un alto costo para su popularidad) un proyecto fiscal que habría contribuido a disminuir ese déficit. Como suele suceder en estos casos, hay muchas otras teorías que tratan de explicar lo que sucedió. Cualquiera que se acoja, resulta evidente que el Poder Ejecutivo hizo su tarea para tratar de reducir el déficit fiscal, y que fueron factores extraños a él los que impidieran la aprobación definitiva del proyecto de ley que hubiera ayudado, por lo menos, a hacer menos crítica la situación.
La otra falencia que se le señala al desempeño económico del Gobierno saliente es que no pudo reducir el nivel de pobreza, el cual se mantiene obstinadamente en un índice cercano al 20% de la población. Todos coincidimos con que habría sido deseable mejorar la condición de las personas que se encuentran en esa situación, especialmente la de las que se hallan en la pobreza extrema. Sin embargo, salvo que se quiera juzgar con rigor extremo la labor del Poder Ejecutivo en este campo, es indudable que la crisis económica mundial que heredó y un flujo migratorio que no cesa, aunque nos empeñemos en ignorarlo, hacen que la reducción del nivel de pobreza sea una labor titánica en la que este Gobierno se empeñó, y que los próximos deberán continuar.
Los resultados obtenidos con la Red de Cuido, el programa estrella de este Gobierno en el campo social, son impresionantes, y verdaderamente han logrado aliviar la situación desesperada de muchas mujeres que necesitan trabajar pero que no pueden hacerlo por carecer de un lugar para dejar a sus hijos menores. En este campo, me parece evidente que la calificación del grupo que sale ha de ser, por lo menos, de buena.
Obras paradas. En lo que respecta a la infraestructura nacional, observo pequeñas obras en casi todas las partes del país que recorro, y veo cómo avanzan dos grandes como la carretera Liberia-Cañas y la carretera a San Carlos. El grupo que nos gobernó no pudo poner en marcha otras grandes obras de gran impacto nacional que planeó: el llamado Grupo de Occidente logró paralizar la construcción de la carretera a San Ramón. Aparentemente, ahora se está comprobando que las sumas supuestamente exorbitantes que pretendía cobrar la compañía brasileña encargada de su construcción no eran tales.
Los proyectos de la refinería y de la ampliación de la carretera a Limón, financiados por China, todavía se debaten en un mar de dudas y, el más grande de todos, la central de contenedores en Moín, avanza dificultosamente ante la oposición de grupos sindicalistas y de ambientalistas usados por dirigentes sindicales para lograr sus propósitos. ¿Podemos afirmar, con la mano en el corazón, que la labor del Gobierno en este campo ha sido desastrosa?
Nadie puede negar que la famosa trocha fue un error garrafal de este Gobierno. Si nos lleva años completar la ampliación de una carretera (recordemos, por ejemplo, lo sucedido con la que comunica a San Francisco de Heredia con el Aeropuerto Juan Santamaría), ¿a quién se le ocurrió la peregrina idea de que era posible hacer, en muy corto tiempo, un camino de unos 140 kilómetros, por muy rústico que fuera, sin planos ni mayores estudios?
Parece que ni el más obstinado crítico podría negar la notable mejoría que ha tenido Costa Rica en el campo de la seguridad ciudadana. La situación, en este campo, se mide con los índices de homicidios por cada 100.000 habitantes, por la disminución de asaltos a casas de habitación y de muchas otras maneras. Creo, sin embargo, que la medición fundamental es que hoy todos nos sentimos más seguros.
Errores. Otra de las maneras de juzgar la labor de un Gobierno es examinar las credenciales de quienes lo constituyen. He hecho este ejercicio con varios amigos, algunos de ellos contrarios a la Administración Chinchilla. Invito al lector a que también lo haga. Dejando de lado a la presidenta y a sus dos vicepresidentes, a quienes considero excelentes en su campo, ¿puede un observador objetivo afirmar que el actual Ministro de Hacienda desconoce su trabajo? ¿El de Relaciones Exteriores? ¿La de Comercio Exterior? ¿El presidente del Banco Central? ¿El del ICE? ¿El del INS?
Se me podrá decir que señalé a las “estrellas”. Sin embargo, si analizamos la labor de los otros ministerios e instituciones autónomas deberemos concluir que, aun aquellos cuyo desempeño ha sido más modesto, están muy para arriba de regulares.
No quiero que se me malinterprete: además del error de la trocha, este Gobierno ha cometido grandes equivocaciones, muchas de ellas provenientes de decisiones políticas, otras de una comunicación deficiente, y algunas debidas a errores de juicio, simplemente. ¿Cuál Gobierno no se equivoca? Todavía recuerdo algunas de las tonterías que cometimos en el gobierno del presidente Figueres Olsen del que formé parte; fácilmente podría señalar errores de bulto de los Gobiernos siguientes hasta el actual, y los más viejos recordamos muchas de las graves fallas de los Gobiernos anteriores a 1994.
Concluyo afirmando que la labor de este Gobierno debe ser calificada de buena o de muy buena. Sostengo, además, que hubo circunstancias políticas (algunas de ellas originadas en el propio partido de la presidenta), de la naturaleza (¿nos olvidamos ya del cruento invierno del 2010 que cobró vidas y destruyó obras importantes de infraestructura?), y mucho de machismo.
Todos estos factores llevaron a enjuiciarlo con extrema severidad. Vaticino que el paso del tiempo nos permitirá juzgarlo con mucha mayor objetividad y mucha más justicia.