Uno de nuestros desvelos más angustiantes es la situación de pobreza y pobreza extrema en que diariamente subsisten más de un millón de costarricenses. No quiero acostumbrarme ni cauterizar mi conciencia frente al hecho cotidiano de que hay un millón de compatriotas que diariamente se levantan con el reto de probar un bocado para sobrevivir.
La pobreza, sus causas y sus desastrosas consecuencias han sido suficientemente estudiadas durante décadas, y está claro que la gran cantidad de instituciones, consultorías y recursos asignados a combatirla no han tenido éxito.
Más que la transferencia, el subsidio y el asistencialismo estatal, es con educación y generación de empleo que se logra combatir la pobreza.
Particularmente, solo el empleo puede lograr que una familia logre cubrir sus necesidades básicas, no solo en cuanto a las indispensables tres comidas diarias, sino también en cuanto a techo digno, acceso a la educación, salud y demás servicios básicos que dignifican la existencia humana.
El empleo formal genera un círculo virtuoso que tiende a que los miembros de la familia deseen superarse mediante la calificación profesional o técnica y a disfrutar progresivamente de mejores condiciones y oportunidades de crecimiento personal, material y espiritual.
La creación de empleo formal, por tanto, es una prioridad de cualquier gobierno y no requiere mayores argumentaciones; los incentivos a la empresa privada, sector que genera la mayor cantidad de empleos en nuestro país, deberían ser también objetivos clave de cualquier gobierno.
En este momento y desde hace varios años, tenemos una oportunidad de oro para colaborar en la generación de empleo formal, de calidad, para dignificar a las familias de las zonas más deprimidas económicamente.
Respuesta. Me refiero a la creación de una Zona Económica Especial (ZEE), mediante convenio con la República Popular China. Este proyecto se empezó a conversar y negociar en gobiernos anteriores, casi desde el 2007 cuando establecimos relaciones diplomáticas con China.
La ZEE fue el modelo que utilizó la República Popular China, en los años setenta, para dar el salto al desarrollo económico y sacar de la pobreza a cientos de millones de ciudadanos chinos, que encontraron ahí empleos de calidad y posibilidades de desarrollo humano como nunca antes habían tenido.
La ZEE fue el vehículo escogido por China para integrarse al mercado mundial, atraer inversión extranjera directa y facilitar la transferencia de tecnología hacia su país.
Los objetivos fundamentales de una ZEE se dirigen a aumentar la competitividad, la atracción de inversión extranjera directa, el desarrollo y la diversificación de la producción, la promoción de las exportaciones, la transferencia de tecnología, la generación de empleo calificado, y la mejora en la eficiencia y en la provisión de infraestructura.
Todo lo anterior de forma amigable con el ambiente y en consonancia con la legislación laboral de nuestro país.
Las ZEE buscan hoy impactar el desarrollo de toda una región, por medio de la integración de diversas actividades productivas y de servicios, con mucha participación de los actores comunitarios y con múltiples alianzas público–privadas, incluso con participación de otros países aparte de China. Es un plan a desarrollarse entre 15 y 20 años, con objetivos establecidos a corto, mediano y largo plazo.
Acciones. El presidente, Luis Guillermo Solís, firmó el 6 de enero de este año en Pekín un acuerdo para la realización de un estudio de factibilidad, a cargo del Banco de Desarrollo de China (BDCh), para determinar las mejores condiciones en que se debería establecer una ZEE.
Los resultados de dicho estudio deberán darse a conocer en octubre próximo.
Con antelación, en abril del 2014, funcionarios de la División de Planificación del BDCh presentaron en San José un estudio de prefactibilidad sobre el establecimiento de una ZEE en Costa Rica.
Más que una sola ZEE, el estudio propone el establecimiento de cinco, inteligentemente integradas y coordinadas, instaladas en zonas periféricas del país, fuera de la Meseta Central, para impactar precisamente en regiones de Costa Rica que tienen enormes necesidades de desarrollo económico, y que así permitan un desarrollo humano digno y prometedor.
Los cinco parques industriales que propone ese estudio de prefactibilidad estarían en Puntarenas (el primero y más grande), Limón, el norte de San Carlos, Liberia y Cartago, por las razones técnicas del caso y sobre todo, pensando en integrar a regiones tradicionalmente deprimidas y con altos índices de pobreza y desempleo. Lo único lamentable es que se haya dejado por fuera una de las regiones de mayor subdesarrollo, pobreza y desempleo: la zona sur.
Este proyecto con sus cinco componentes impactará efectivamente a casi todo el país, dado que, como afirma el estudio, “los parques industriales servirían de polos de desarrollo en diferentes regiones y estarían conectados por una infraestructura lineal que permitiría la integración, comunicación y flujo eficiente de recursos entre los polos de desarrollo”.
El correlato de los esfuerzos del poder Ejecutivo es un convenio para la protección mutua de inversiones, que debe aprobar el Poder Legislativo y que se tramita desde hace años bajo el expediente legislativo No. 17.246.
Nuestros esfuerzos van bien encaminados, pero la Asamblea Legislativa tiene su propia tarea por hacer. Sin la aprobación de este convenio, ni el Gobierno de la República Popular China, ni los empresarios que estarían dispuestos a invertir en este proyecto, sentirían la garantía del Estado costarricense que sus inversiones requieren para un proyecto de esta naturaleza.
El autor es diputado por el Partido Unidad Social Cristiana.