La escogencia del cardenal Bergoglio como nuevo papa de la Iglesia católica vislumbra la verificación de ciertos ‘cambios’ en esa institución. Quiso llamarse Francisco, un nombre que es sinónimo de pobreza y humildad. San Francisco de Asís, en efecto, pregonó el retorno a una iglesia pobre y esencial, y procuró imitar a Cristo, y tanto fue así que durante uno de sus retiros espirituales y en estado de éxtasis sufrió en su propio cuerpo, como regalo divino, los estigmas.
Por otro lado, el nuevo papa es de extracción jesuita, el primero de esa orden en alcanzar la silla de san Pedro. Sin duda alguna lo inspira también san Francisco Javier, jesuita y misionero en lejanos países asiáticos. Durante el pontificado de Juan Pablo II se pretendió minimizar el papel de los jesuitas en el seno de la Iglesia católica, presuntamente ligados con la teología de la liberación, un movimiento que proyectaba ir más allá de lo que en el aspecto doctrinario admitía el Vaticano. A estos rebeldes se les acusaba de mantener vínculo con la ideología marxista. Recordemos solo a dos exponentes de ese pensamiento: monseñor Helder Cámara en Brasil, y el sacerdote colombiano Camilo Torres, que, empujado por su frustración, terminó siendo guerrillero en lo profundo de la selva.
En pontificados pasados se quiso, en cierto sentido, mermar el poder y el prestigio del superior de la orden jesuita, quien llegó a ser llamado, en los círculos religiosos, como el papa negro por el color de sus vestiduras. Los jesuitas están comprometidos, desde la creación de la Compañía de Jesús por Ignacio de Loyola en 1540, con los procesos evangelizadores alrededor del mundo. Se considera a la Compañía de Jesús como uno de los bastiones de la Contrarreforma, movimiento de la Iglesia católica de trasformación interna, pero también, y aunque no fue creada ex profeso, una reacción enérgica contra la Reforma protestante de principios del siglo XVI.
El tercer hecho circunstancial está directamente relacionado con la universalidad de la Iglesia: el papa Francisco procede de Latinoamérica, y con ello se rompe la hegemonía secular de Europa en este aspecto. Asimismo, es el primer papa originario del Nuevo Mundo, y el primero, desde Alejandro VI a finales del siglo XV, cuya lengua materna es el español, hecho muy significativo para nosotros los hispanohablantes.
Al papa Francisco le quedan por delante varios retos internos: las cuentas poco claras del Banco Ambrosiano, la influencia conservadora del Opus Dei, la reforma de la curia vaticana con el fin de aggiornarla (actualizarla). Y en estas líneas, muy a propósito, soslayo los conflictos externos de la Iglesia, que abundan, tema escabroso y delicado, y que, desde luego, esperan soluciones del papa Francisco y, en conjunto, de la Iglesia.
En un sermón, reunido con los cardenales, el papa Francisco dijo, sin eufemismos y de frente, como es su carácter, que la mayoría de los miembros del Sacro Colegio Cardenalicio eran ancianos... como él mismo, y, luego, agregó: La vecchiaia è la sede della saggezza della vita, lo que en buen romance es: “La vejez es la sede de la sabiduría de la vida”. Bellas palabras.