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Hoy quiero empezar hablando de esas pequeñas cosas que lo hacen rabiar a uno, esas que, si quedamos mordidos, nos oscurecen el resto del día. Inicio, por supuesto, con los tipos que siempre llaman en el peor de los momentos para ofrecer la tarjeta de crédito del banco equis, o para informarme del premio que acabo de pegar por llamarme Jorge Vargas (¡imagínense ustedes qué nombre distinguido!), apenas les confirme el número de mi tarjeta. No importa que les ladre, vuelven a llamar al día siguiente y al siguiente, como si nada. Big Brother: tienen todos mis teléfonos.








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