Inicio estas líneas agradeciendo al Sr. Joel Chavarría su artículo “Ideas erradas sobre educación y sexualidad” ( La Nación , 27/11/12) en respuesta al mío, “Educación sexual al descubierto” ( La Nación , 22/11/12). Sus explicaciones no hacen sino reforzar mis argumentos y desvelar los suyos.
El Sr. Chavarría, representante de la Mesa de Trabajo en Educación Integral para la Sexualidad –asesora en la guía sexual del MEP– y de la Asociación Demográfica Costarricense (ADC) –insisto, financiada, junto a su aliada y también asesora en la guía sexual, Red de Defensa y Promoción de los Derechos Sexuales y Reproductivos, por la Federación Internacional de Planificación Familiar (IPPF por sus siglas en inglés)–, evidencia un grave conflicto de interés al defender la educación sexual que estos mismos grupos diseñan, promueven y patrocinan. Además, ¿cómo la ADC no va a alentar la promiscuidad y la anticoncepción si su negocio se basa en la venta de preservativos?
Declaro públicamente no tener ningún tipo de conflicto de interés, no representar ni ser pagado por nadie en mis pronunciamientos y efectuarlos al margen de credos religiosos.
Hay dos conceptos fundamentales sobre los que quisiera apuntalar mis reflexiones: mayoría no es sinónimo de razonable ni habitual es sinónimo de normal. En el primer caso, la cantidad de países que suscriban o dejen de suscribir un determinado plan no significa, desde el punto de vista ético, absolutamente nada (es el plan en sí mismo lo que hay que analizar, no el número de los que lo secundan).
H. D. Thoreau –autor de La desobediencia civil – y M. Gandhi –líder de la resistencia no violenta– proclamaban, respectivamente, la mayoría de uno y la irrelevancia de la mayoría en materia de conciencia. En el segundo caso, es cierto que la hipersexualización de nuestra sociedad enferma constituye el pan nuestro de cada día, pero su cotidianidad no le aporta ni un ápice de normalidad.
Quien replica mi anterior artículo reproduce erróneamente los datos que en este aportaba: los embarazos adolescentes en Costa Rica respecto al total de mujeres adolescentes en 2011 totalizan un 3,46% (no un 6%, como él indicó). Me acusa de ser “despreciativo” por reflejar un dato estadístico, pero ni los números ni yo tenemos la culpa de la realidad no tergiversada; de paso, se atreve a deslegitimarme para opinar por mi condición de hombre, azuzando la confrontación de géneros. Por si fuera poco, como apuntaba una perspicaz lectora, parece insinuar que el aborto es justificable por la situación de pobreza, un peligroso resbalón hacia la eugenesia y una omisión flagrante de la justicia social.
¿Qué se esconde tras presentar como “derechos” y “bienestar” los dañinos postulados de la ideología de género, una intrusión en el núcleo sagrado de lo humano? Además de subvertir la cultura utilizando las plataformas omnipresentes de los medios y del entretenimiento en lo que Noam Chomsky denomina “consenso manufacturado”, existe un objetivo tácito de reducir drásticamente la población mundial de acuerdo con desfasados catastrofismos maltusianos cuyos apóstoles, paradójicamente, tienen su progenie más que asegurada: Bill Gates (3 hijos), príncipe Felipe de Inglaterra (4 hijos), Ted Turner (5 hijos), David Rockefeller (6 hijos); es una lástima su mal gusto de no predicar con el ejemplo...
Los jóvenes no necesitan ser sermoneados por nadie, sino recibir mensajes de amor y respeto –en todos los ámbitos– con el ejemplo silencioso más que con palabras tramposas.
La sexualidad, inherente al ser humano desde su nacimiento, alcanza su plenitud únicamente enraizada en esos valores.