Consternado por las frecuentes batallas ecológicas que dan los sectores ambientalistas, leo a un distinguido geólogo y profesor de la UCR, famoso por sus opiniones sobre el modelo de desarrollo sustentable y ecológico que Costa Rica debería seguir. Debo aceptar que muchos de sus puntos de vista son altamente respetables, pero no necesariamente adecuados para el momento coyuntural que está viviendo la actual población joven costarricense.
La gran mayoría de estos jóvenes finalizan sus estudios secundarios y se ven obligados a incorporarse al mercado laboral, en gran medida por el alto costo y prologado tiempo de estudios que significa hoy día una carrera universitaria. Eso no implica que un gran porcentaje de ellos logre llevar a cabo dichos estudios, pero apoyándose económicamente con trabajos en la creciente área de servicios, como son el comercio, los datacentros, los callcenters, las oficinas y las ventas en general.
Desempleo. Estos jóvenes desgraciadamente ya no se incorporan al mercado laboral agrícola, ni al de la construcción, debido a que no son compatibles con sus aspiraciones universitarias, ni les garantizan un ingreso suficiente para tal fin.
Ese mercado laboral ha sido tomado prácticamente por inmigrantes rurales nicaraguenses. En otra etapa de nuestra historia reciente, como fueron los decenios del 80 y del 90, ese potencial juvenil hubiese terminado laborando en el mercado informal, o sea, en la calle, como mensajeros, motoristas, motociclistas, vendedores, etc.
Sin embargo, gracias a las políticas y esfuerzos educativos públicos y de inversión privada recientes, los jóvenes bachilleres hoy día tienen la posibilidad de integrarse exitosamente al mercado laboral formal en el sector servicios, lo cual significa que pagan su cuota de seguridad social, impuestos y, a la vez, se convierten en agentes económicos de gran poder de compra de vivienda, vehículo, comestibles y distracción.
Las construcciones en el sector servicios garantizan el crecimiento del empleo a razón de uno para cada diez metros cuadrados terminados en promedio. Y cada nuevo empleo exige una cantidad de energía eléctrica por lo menos de 5 megavatios hora anuales, para la iluminación, climatización y fuerza motriz de los equipos que estos jóvenes emplean en su trabajo.
Oponerse a un modelo integral de desarrollo acelerado y eficiente de la generación eléctrica es simplemente atentar contra ese empleo juvenil, y volver a enviar a la próxima generación de jóvenes a laborar manualmente en la calle. Querer mantener el statu quo del actual mercado eléctrico significa irremediablemente encarecer ese vital producto para el trabajo mejor remunerado que nuestros jóvenes han logrado obtener después de dos décadas de frustración y desconsuelo.
Contra el ecologismo. Es por lo anterior por lo que discrepo tajantemente de todas las tesis en pro de la conservación de nuestros recursos naturales para garantizar una futura y supuesta contemplación de la madre natura por las futuras generaciones.
Hoy más que nunca necesitamos de energía eléctrica de bajo costo, con los recursos renovables o no renovables, nacionales o importados, que garanticen ese bajo costo para mantener el ritmo de crecimiento de la demanda eléctrica del sector servicios que ha alcanzado el 9,5% anual durante los últimos ocho años (2,88 teravatios hora el 2010 con respecto a 1,613 TWhora el 2002) y que ha permitido la creación de más de 150.000 nuevos empleos en ese mismo periodo.
Por ello hoy más que nunca requerimos de un nuevo marco legal que estimule y desarrolle, a bajo costo, el futuro de la generación eléctrica, sin afectar la capacidad productiva que ya tenemos.
Ojalá que los ambientalistas comprendan que la prospección en la búsqueda de gas natural y petróleo será del mayor beneficio para nuestros jóvenes y quizás incluso para todas las futuras generaciones.