Cuesta trabajo comprender cómo un importante número de costarricenses pasan de la indignación al júbilo al ver en las noticias dos caras de una misma moneda.
Por semanas, los titulares han seguido con preocupación el ascenso de una figura política que, apelando al fanatismo nacionalista y a la discriminación, ha logrado transformar en las urnas de las primarias republicanas los miedos y los prejuicios de los estadounidenses en triunfos electorales.
La promesa de Make America Great Again ha sido impulsada por una emotividad cegadora que discrimina a una comunidad latina que exige respeto y ha revivido en sectores de Estados Unidos los mismos sentimientos que en el pasado sirvieron de motor para las grandes injusticias sociales.
La espiga de la xenofobia. No es de extrañar, entonces, que en un país presuntamente desarrollado, las afiliaciones a grupos de odio hayan aumentado, ni tampoco la escalada de agresividad con la que los seguidores de Donald Trump han respondido a todos aquellos que exigen respeto.
La xenofobia es una forma de intolerancia que, aferrándose a los miedos que delimitamos en nuestras fronteras mentales, corroe y erosiona por dentro a una sociedad hasta hacerla sucumbir.
Para que esta germine, no hace falta apelar a lo peor dentro de cada hombre o buscar a aquellos que sean monstruos. Su espiga es capaz de crecer dentro del seno de las sociedades más modernas con amplio respaldo popular.
Su fuerza fue la misma que la sociedad alemana le entregó a Adolf Hitler por medio de la democracia para reprimir a judíos, negros, homosexuales y opositores en general.
Fronteras mentales. Es preocupante ver cuando algunos dejan a la deriva su racionalidad al celebrar, cual victoria de la Selección, la prohibición de ingreso al país al comediante nicaragüense Reynaldo Ruiz. Basta con una mirada rápida a los comentarios de la nota, para constatar cómo algunos aprovechan la situación para expresar los peores agravios contra una comunidad nicaragüense que desde hace mucho forma parte del mosaico cultural que llamamos Costa Rica.
Si bien son deplorables las ofensas que Ruiz emitió hace dos años contra los costarricenses y por las que después se disculpó, igual de tristes son los comentarios de quienes tiempo atrás también señalaron a un rottweiler como héroe nacional.
Es totalmente incompatible desde un punto de vista racional sentirse ofendido por las declaraciones de Donald Trump y al mismo tiempo responder con odio a aquellos que muchos consideran una amenaza a la seguridad nacional de Costa Rica.
Craso error el que cometemos como sociedad si utilizamos el odio como respuesta hacia quien aparentemente nos ofende.
Igual de absurdas al muro con México son las fronteras que creamos en nuestra mente para sacar a aquellos que supuestamente son extranjeros.
Justo cuando algunos empiezan a ver con ojos de desprecio a los foráneos que no son “de los nuestros”, recuerdo con melancolía cuando Ayn Rand apuntaba que la menor minoría sobre la faz de la tierra es cada individuo que vive en ella.
El autor es presidente del Instituto Amagi.