Vienen a la mente algunos casos de batallas históricas donde se recuerda más al derrotado que al vencedor. De la Segunda Guerra Mundial, hasta el más iletrado tiene una remota idea del perdedor: Hitler, pero ya hay que acordarse del colegio para situar a Dwight Eisenhower.
Dentro de la extraña regla anunciada van dos casos por antonomasia: uno, en la guerra del Peloponeso, cinco siglos antes de Cristo, cuando con un puñado de valientes, y en operación suicida, el rey Leónidas logró atrasar al enorme ejército persa. Después lo aplastaron, pero se salvó la flota griega. De ese ejemplo se acuerdan bien los belgas ofreciendo ahora… deliciosos chocolates Leónidas.
Acabamos de celebrar el aniversario número 200 de otro caso: todo el mundo sabe quién fue Napoleón, aquel de la mano en el chaleco; en cambio, pocos ubican a Wellington, el vencedor, en Waterloo… En Costa Rica pareciera que la abundancia de los Napos y el colegio Napoleón Quesada testimonian del honor profesado a aquel otro derrotado.
Víctor no siempre victorioso, recomiendo: luche por tus ideales. La victoria es importante, pero más la perseverancia. No te des nunca por vencido.
Víctor Valembois es educador.