Hace varios años el Movimiento Libertario nació, desde la reivindicación de los derechos individuales, como alternativa a la política tradicional. Sobre esa perspectiva renovadora me incorporé al partido. Lamentablemente, he sido testigo de su completa metamorfosis mudando los primigenios ideales en pragmatismo y oportunismo.
La defensa de la libertad dio paso a las ciegas ansias por el ejercicio del poder. El discurso apasionado por los individuos mutó en silencio calculado. La ética en estética autocomplaciente. La teoría política en el fracaso reiterado. El doble discurso devino orientación permanente.
La cultura del mutismo sustituyó a la de rendición de cuentas y la de la complicidad a la de transparencia. El clamor por la racionalización y eficiencia de los recursos públicos terminó en la irresponsable administración de la deuda política adelantada de la campaña electoral pasada, cuyas negativas consecuencias aún se desconocen por completo y sin que haya existido, al menos, la leve autocrítica.
La negociación política terminó en pactos ocultos y el respeto a cada individuo en su menosprecio total, arrastrando a la mayoría a una especie de fango contagiante. Lo que se creía un liderazgo renovador y capaz finalmente se mostró como incapaz y “más de lo mismo” o peor.
La política costarricense jamás será renovará desde semejantes despropósitos. Por el contrario, tal como lo he dicho varias veces, el actual liderazgo del libertario es un peligro para todos e incluso para la institucionalidad democrática dado que la incapacidad, la mentira o el silencio calculado jamás pueden ser buenas guías para nada.
Escribía Karl Popper, a propósito de la doctrina ética de la autonomía kantiana, que “siempre que nos enfrentemos con la orden de una autoridad, es responsabilidad nuestra juzgar si esta orden es moral o inmoral”. Por sus características actuales, el liderazgo político del libertario, transformado en bonapartismo dictatorial, es absolutamente inmoral y no hay manera de esquivar mi propia responsabilidad si no es por la renuncia a él.
El Movimiento Libertario hoy navega con rumbo hacia el despeñadero, llevándose consigo los más puros ideales de quienes creyeron en aquel llamado por los derechos individuales. Antes que no haya más opción que sufrir las consecuencias de tan desastroso final es tiempo de saltar a tierra, salvar la propia dignidad y dejar que el tiempo, paulatinamente, consuma los restos de un proyecto que pudo ser pero que terminó encadenado a los peores males de la política contemporánea, adoptando para sí mismo aquello de lacrimae rerum , es decir, la tristeza por la tragedia de su propio destino.