¿Puede la democracia atentar contra la propia democracia? Turquía votó el mes pasado un referendo
constitucional que pretendía dar más poder al presidente Recep Tayyip Erdogan y perpetuarlo al menos hasta el 2029. Él ocupa la presidencia desde el 2014 y, anteriormente, fue primer ministro (2003-2014) y alcalde de Estambul (1994-1998).
Dentro de su pasado, figura la prohibición de ocupar algún cargo público en 1998, acusado de intolerancia religiosa. Adicionalmente, resalta el habérsele concedido el Premio Internacional Gadafi de los Derechos Humanos (galardón creado en honor de Muamar el Gadafi, acusado de múltiples crímenes y vejaciones, quien se mantuvo en el poder en Libia por más de 40 años, hasta la rebelión del 2011, en la que fue muerto).
También se habla de su autoritarismo, intolerancia a minorías, como la kurda, y represión, además de haber sido objeto de un infructuoso golpe de Estado en el 2016.
Turquía votó afirmativamente el referendo, y aunque parezca no ser para nada democrático, lo es.
La democracia es una espada de dos filos. Su principal acierto, la voluntad de la mayoría, parece ser, a la vez, su principal amenaza. Por ello, los demócratas debemos asumir la responsabilidad de advertir sus deficiencias.
El caso de Turquía puede ser un ejemplo interesante. Piénsese que, además del referendo para darle poderes sin precedente a Erdogan, se hiciera una constituyente que declarase que Turquía se convierte en una república islámica fundamentalista, en donde faltas graves según la sharía, como el homosexualismo, fueran castigadas con prisión, o, peor aún, con pena de muerte. Lo distópico que pueda parecer, no evita que pudiera ser posible.
Actos en democracia. Podemos preguntarnos, ¿realmente estamos tan largo de que suceda algo como lo de Turquía en un país amante y observante de la democracia como Costa Rica? Aunque se presuma como un pensamiento catastrófico, bajo el amparo de la democracia podrían generarse aspectos contraproducentes a ella misma.
Por eso es menester tomar con pinzas las ideas que sugieren una asamblea constituyente en el país. En esta posición es necesario aclarar que es posible afirmar que en este momento existen condiciones objetivas que propicien un proceso de esta envergadura, pero no se puede ignorar que las condiciones subjetivas son las que alarman más sobre lo que puede surgir.
Las condiciones subjetivas referencian a las personas que asuman el liderazgo y el compromiso de convertirse en diputados constituyentes, y que más allá de intereses individuales que perpetúen visiones de mundo particulares y cerradas, puedan tener la noción de procurar el bienestar general e integral de una nación.
Débil liderazgo. El panorama político en Costa Rica, en cuanto a liderazgos, parece ser débil, con altos niveles de cuestionamiento en diversas esferas, con desconfianza y alguna falta de legitimidad, pero, sobre todo, permeado de personalidades con muy poca capacidad de diálogo y negociación que trascienda al interés colectivo, algo imprescindible de cara a una asamblea constituyente.
Los ejemplos recientes del perfil de eventuales diputados constituyentes no son los más alentadores. Para muestra, basta un botón: el del primero de mayo en la Asamblea Legislativa: poca o nula capacidad de creación de acuerdos, pactos y agendas comunes, primacía de intereses individuales, búsqueda del poder como un fin y presencia de ideas fundamentalistas.
¿Y es que realmente se necesita una asamblea constituyente para resolver todos nuestros problemas? ¿Existen aspectos que no se puedan arreglar con reformas parciales a la Constitución?
Las condiciones subjetivas causan temor de lo que pueda pasar en una eventual constituyente. Hasta tanto no se evidencie que existen liderazgos fuertes, que a pesar de la divergencia de ideas demuestren una capacidad de diálogo y negociación, sin cuestionamientos éticos, pero, sobre todo, con alto nivel de responsabilidad en la búsqueda del interés común, los fantasmas de la incertidumbre seguirán rondando.
El autor es docente de la Universidad de Costa Rica y el Instituto Diplomático del Servicio Exterior.