Cuidar es sinónimo de afecto y contención, sin estos dos elementos, no hay cuido de calidad. En la niñez y adolescencia cuando los adultos ejercen un cuido responsable están construyendo uno de los pilares básicos de la crianza: la protección.
El cuido y la crianza de niños, niñas y adolescentes es, por lo tanto, un delicado arte, en donde la entrega de tiempo, no solo en calidad sino en cantidad, son elementos esenciales para el éxito de esta tarea.
Cuando la persona tiene menos de un año de vida, la madre es la figura esencial afectivamente hablando. Por esto, fomentar la lactancia materna no solo es lo ideal, en cuanto a nutrición, sino que es la mejor manera de construir el primer vínculo básico afectivo del ser humano. No obstante, y para ser justos, ello no significa que el bebé vaya a desarrollar problemas emocionales severos si por alguna razón justificada la madre no lo amamanta. Tiene más peso la existencia de un ambiente de compensación afectiva, básicas para una buena salud mental.
En la infancia, erradicar el castigo físico como modelo de crianza y la protección contra el abuso sexual, emocional y físico, son alternativas efectivas de cuido saludable. En esta etapa, el padre y la madre, o las figuras afectivamente significativas, tienen la oportunidad de establecer un segundo vínculo emocional de calidad. Poder destinar tiempo para compartir es una oportunidad única, y desaprovechar estos momentos se convierte en la peor inversión que pueden hacer los padres.
Durante la etapa escolar, la protección contra la exposición no supervisada a la televisión por cable, videos e Internet, y el bullying en todas sus modalidades, son tareas ineludibles y necesarias de los padres. Igual importancia toma la señalización de límites cuya efectividad dependerá de que sean compartidos y respetados por las figuras de autoridad, coherentes, lógicos, razonables y flexibles de acuerdo con la edad, grado de madurez y responsabilidad de los menores.
En etapa es vital otro factor: la responsabilidad compartida de padres y el Estado, de proteger a los niños de los malos hábitos alimenticios, de manera que tengan una buena nutrición ya que los malos hábitos, y en especial la comida “chatarra”, están ocasionando que, a los 22 años de edad, el 60% de las personas sean obesas.
Adolescencia. El acompañamiento y los límites dialogados, que remite de nuevo a presencia efectiva de las figuras de autoridad y afecto, son elementos básicos para la protección de las personas adolescentes.
La ausencia de tiempos familiares compartidos y de supervisión, se convierte en abandono. Compartir, al menos, una comida familiar diaria, es una estrategia demostrada de protección.
Como responsabilidad del Estado en el cuido de los adolescentes está el contar con un sistema educativo que brinde contención y no expulsión, donde no solo las necesidades educativas sino las afectivas sean tomadas en cuenta, como parte fundamental del quehacer educativo.
Otrora, la familia extensa, los educadores, amigos y vecinos contenían a aquellos niños y adolescentes que, por diversas razones, se mantenían sin el acompañamiento de sus padres.
Hoy, esto está siendo sustituido por los videojuegos, Internet y la televisión violenta, con patrones que, poco o nada tienen que ver con nuestra cultura: las megafiestas, el acceso a drogas como el alcohol y la marihuana y el inicio temprano de la actividad sexual desprotegida. Entre otros, hablan de apatía, desesperanza e incremento del vacío afectivo.
Como nunca, los desafíos y las amenazas son mayores. Por ello, invertir en el cuido es una necesidad imperiosa, que exige, en primer lugar, una actitud y aptitud responsables, tanto de los padres como del Estado, todos comprometidos con la protección de la niñez y la adolescencia.