¿Estamos ante una crisis de estructuras o de conductas? Jorge Yarce afirma: “La crisis moral por la que atraviesa la sociedad no es una crisis de estructura o de modernización del sistema productivo. Las estructuras, los procesos y el desarrollo en general están afectados por esta crisis, que surge primero en las personas y es ante todo una crisis de conducta, una crisis ética”. Atravesamos además de un déficit fiscal, un déficit de contextura moral.
El sentimiento de vergüenza ha desaparecido de nuestra sociedad, señala la filósofa Victoria Camps. Nadie se avergüenza de haber obrado mal, solo si se va a la cárcel. Pero una sensación de desmoralización nos invade ante tantos escándalos de corrupción que nos rodean.
La tinta de la prensa revela el alto nivel de transmisión de esta enfermedad: delitos de falsedad contra la hacienda pública, contra la seguridad social, contra las compras del Estado, delitos relativos a la ordenación de territorio, financiamiento de campañas políticas, tráfico de influencias, blanqueamiento de capitales, tráfico de droga, órganos, niños y mujeres. Estamos ante un problema de “salud pública”, ante un pasivo social enorme, ante una epidemia de descomposición de personas y naciones que sigue avanzando.
Responsabilidad ética. Menciona Camps: “Hemos reducido toda responsabilidad a la responsabilidad jurídica, si no te declaran culpable, si no hay un delito y una pena, todo el mundo se siente libre de culpa”. Yarce afirma: “Padecemos el riesgo de un nuevo despotismo: el de quien puede detentar el poder legalmente pero es capaz de cometer acciones inmorales porque piensa que con la legalidad es suficiente”. Recordemos con Solyenitsin que “una sociedad sin normas legales es algo terrible, pero una sociedad sin otro estándar que el legal, tampoco es digna del hombre”. La responsabilidad es un asunto ético, personal e intransferible.
Necesitamos tener pundonor, estimación de la propia honra. Necesitamos referentes claros que eduquen con el ejemplo. Personas coherentes. Compromiso principalmente por quienes gobiernan y ejercen cargos públicos. Como dirá Cicerón: “Lo peor de las personas importantes no es que sean viciosas, sino que tengan tantos imitadores. Pues basta con recorrer la historia para ver que, tal como fueron los principales ciudadanos de una república, así fue esa república, y los cambios que los grandes introdujeron en sus costumbres no tardaron en ser adoptados por el pueblo.
Por eso los grandes, cuando tienen vicios, resultan particularmente perniciosos para el Estado, pues además de estar corrompidos, corrompen a los demás”.
Vivimos un momento decisivo. Depende de nosotros si Costa Rica se mejora o se agrava. Las crisis se superan por elevación. Sirven para crecer o para morir. Habrá que podar para fortalecer las raíces. Un árbol sin raíces, cae. Basta ya de anonimatos, de vicios y abusos. Hay que pedir y rendir cuentas. Basta ya de mediocridad e hipocresía. Basta de banquetes privados con fondos públicos. ¿Quién gobierna esta casa? ¿Quién tiene aún vergüenza?
¿Heredarán las próximas generaciones una deuda de justicia? ¿Qué país les vamos a dejar? O más crucial aún, ¿qué hijos vamos a dejarle a este país? Empecemos por nuestra propia casa, por nuestra propia acera. Educar es inculcar buenos hábitos.
Colaboremos todos en la edificación de una sociedad donde vuelva a haber autoridad y confianza. Dicen que quien no tiene corazón, no tiene memoria. ¿Habremos perdido la memoria histórica de quiénes somos?
Recobremos nuestra identidad e impongamos el peso de la vergüenza a quienes traicionaron la confianza que su patria les entregó. Ante esta deuda, pedimos justicia.