Una característica esencial atribuible a la literatura es su relación con la realidad, la cual, asumida por el escritor, construye una metáfora, un símbolo o una propuesta de concientización. Cualquiera sea la variable que se asuma implica el tema de los géneros literarios. Uno de ellos, el que nos ocupa, es el de la literatura de ciencia ficción.
Umberto Eco en Los mundos de la ciencia ficción (1988) propone que este género se construye, según sus palabras, a partir del principio de “conjeturalidad”. Se trata de que, a partir de una conjetura producto de tendencias del mundo real, surge un mundo ficcional. Según la RAE, conjeturar es “formar juicio de algo por indicios y observaciones”.
Traigo el tema a colación para –en un ejercicio lúdico– acercar a la memoria un cuento de Julio Cortázar titulado La autopista del sur –bastante conocido por cierto– en el cual el escritor, apoyado en el principio de “conjeturalidad”, reelabora el tema de los embotellamientos automovilísticos, realidad insoslayable que avasalla y martiriza día a día.
Argumento. En una breve síntesis, se trata de un descomunal embotellamiento en una autopista que une Fontainebleau con París. El tráfico estaba detenido: “no mediaba un metro entre un carro y otro y no se conocían los motivos del paro”; la carretera era una “plena selva de máquinas pensadas para correr”; el ambiente molestaba con sus “reflejos chirrientes”; había “grietas en el pavimento”; se oía una “guerra de bocinas e insultos” y se observaba, como un ejemplo, a una “muchacha que mira a cada rato la hora...”. Todo esto, unido al transcurso de las horas y a un avasallante calor de verano, motiva a los viajeros a salir de sus vehículos, dando inicio a una primera comunicación entre choferes, acompañantes y demás pasajeros.
Luego de este momento, continúa, ficcional y simbólicamente, la formación de un microcosmos construido a partir de las situaciones que afloran entre los ocupantes de los automóviles: angustias, avatares, desesperación, noticias inquietantes, preocupaciones, impaciencias, dolores, amores, pasiones; así como también un despertar de la solidaridad en unos y del egoísmo en otros.
Como en cualquier sociedad, surgen grupos de “poder” que hacen de las suyas con la repartición y venta de alimentos mientras que otros, en un acto de generosidad, los comparten entre los afectados. El tiempo simbólico transcurrido en este microcosmos/embotellamiento es alrededor de un año, medido por el nacimiento de un niño justo cuando se empieza a deshacer la presa.
Consumismo. Hay otras lecturas, propias del carácter plurisignificativo de la literatura, imposibles de abordar en este espacio. Sin embargo, vale recordar cómo, en el microcosmos aludido, se reconoce a las personas por las marcas de sus vehículos, en referencia a una sociedad de consumo, donde la carta de presentación podría ser un automóvil. Estamos ante: “el ingeniero del Peugeot 404 (…) las monjas del 2HP (...) una muchacha en un Dauphine (...) un pálido señor que conduce un Caravelle (...) un matrimonio con su hijita en un Peugeot 203 (...) un matrimonio campesino en un Ariane (...) dos jovencitos molestos en un Simca (...) dos hombres con un niño rubio en un Taunus (...) el Ford Mercury prometió conseguir más comida para al día siguiente pero al doble de precio (...) Porsche siguió viniendo y controlando el mercado negro”.
La relación literatura/sociedad se establece, en el mundo ficcional, con base en la propuesta de Eco, en tanto el escritor, a partir de tendencias, indicios y situaciones que parten de un presente, conjetura sobre sus alcances futuros.
En otras palabras, magnificando hechos y ficcionalizando hiperbólicamente una realidad, construye un microcosmos que da a los lectores una lúcida metáfora la cual, leída hoy día, los acerca a un mundo simbólico que “tendría” sus raíces en coyunturas y situaciones culturales actuales.
Es un cuento cuyo argumento, estilo y genialidad lo convierten, en tanto esta variable de literatura de ciencia ficción, en un importante ejemplar. Si bien es una metáfora y un ejemplo de la literatura de ciencia-ficción, nos trae a colación, en forma lúdica, ingeniosos e hiperbólicos pasajes que nos remiten a circunstancias propias de realidades culturales conocidas. Posiblemente, el lector sonreirá recordando algunas situaciones similares.
La autora es filóloga.