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Corrupción, parches y fantasía

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La euforia es una emoción casi tan agradable como falaz: nos saca en volandas de la compleja realidad y nos sitúa en una dimensión simplificadora, donde las amenazas se diluyen y el enemigo, demonizado, se identifica como elemento exógeno. Así nos sentimos a salvo, protegidos por el consuelo ingenuo que proporciona todo maniqueísmo. Los buenos, por descontado, siempre somos noso-tros.








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