Hace tres décadas, en el contexto de un proceso de reestructuración del ente rector, se llevó a cabo una exitosa reorientación de la actividad turística nacional que le permitió al sector, además de superar la profunda y angustiosa crisis que sufría por los problemas bélicos que afectaban a varios países de la región, proyectar una bonanza que, con pequeños altibajos, se mantiene hasta la actualidad.
Con una comprensión adecuada del fenómeno turístico mundial y de nuestra propia realidad, los dirigentes del sector privado de entonces consideramos apropiado promover y consolidar un producto turístico cuyas características giraran alrededor de nuestra naturaleza, de la riqueza y exuberancia de nuestra flora y fauna y de la existencia de nuestro sistema de parques nacionales, con el objetivo de captar turismo de los principales mercados emisores, de los países más desarrollados, cuyos habitantes mostraban un creciente interés por estos temas.
La visionaria estrategia de privilegiar el “turismo de aventura” y el “turismo ecológico” puso fin al errático mercadeo de nuestra oferta y dio origen a una nueva etapa en el desarrollo de esta importante actividad, a nuevos tiempos caracterizados por el vertiginoso crecimiento de la incipiente infraestructura turística, así como por un aumento exponencial de la cantidad de visitantes y por un sustancial aporte a la economía nacional.
Factores positivos. Es justo destacar que la confluencia de la nueva estrategia con acontecimientos trascendentales como la aprobación de una ley de incentivos al turismo en la administración del expresidente Luis Alberto Monge y el proceso de pacificación de la región centroamericana a partir del éxito del plan de paz del expresidente Oscar Arias, fue fundamental para la obtención de los extraordinarios resultados que tanto han beneficiado al sector turístico y al país.
Estos factores, aunados a la tradición democrática y al pacifismo que nos identifica como nación, así como a la idiosincrasia del pueblo costarricense, por lo general cordial y afable, lograron posicionar a nuestro país como un destino turístico singular y de alta calidad.
De esa manera fue posible solventar algunas desventajas comparativas que se tenían con otros importantes destinos turísticos como México y algunos países del Caribe y competir con éxito en el mercado estadounidense, principal país emisor de visitantes hacia la región.
Contaminación y moneda. Ahora bien, esa competitividad lograda con esfuerzo y consolidada por tantos años puede verse afectada por la creciente contaminación que degrada nuestro medioambiente y por la apreciación de nuestra moneda que encarece los servicios turísticos.
El problema del tratamiento de la basura, originado por el comportamiento irresponsable de los ciudadanos y por la ineficiente gestión que de los desechos hacen los municipios, nos ha desbordado y es hoy la causa de una enorme contaminación de las áreas públicas, de nuestros ríos, de sus cuencas y de nuestras zonas costeras.
Los deshechos de todo tipo que inundan nuestras hermosas playas, al igual que la basura desperdigada en las orillas de las calles y las carreteras de todo el territorio nacional, además de su nociva incidencia y el daño irreversible sobre el medioambiente, presentan a nuestros visitantes un panorama vergonzoso que deteriora el prestigio que hemos ganado en el campo de la protección de la naturaleza y la reputación que tenemos de “país verde”.
Por otro lado, la apreciación del colón en los últimos años es un factor que incide negativamente en el sector, por cuanto hace más gravosa la prestación de los servicios turísticos, con la consecuente pérdida de competitividad, ya que otros países que rivalizan con el nuestro en este campo han devaluado sus monedas y por lo tanto son destinos más baratos para el turista. El precio es un elemento importante a la hora de definir un viaje.
Negativa. Sobre este asunto, algunos expertos en materia económica y dirigentes del sector turístico han señalado la necesidad de devaluar nuestra moneda para no perder competitividad y puestos de trabajo, pero las actuales autoridades en ese campo son reacias a tales argumentos porque son partidarias de la estabilidad del tipo de cambio, como medio de control de la inflación.
Si bien es cierto que la industria turística aún “goza de buena salud”, que el número de visitantes y la cantidad de divisas que estos generan crece año con año, también lo es que estos dos aspectos pueden perjudicarla a corto plazo, por lo que deben ser atendidos con acciones eficaces si se quiere que el turismo siga siendo un factor dinamizador del desarrollo del país que contribuye a mejorar la calidad de vida de sus habitantes.
El autor fue presidente de Canatur de 1986 a 1988.