En el proceso de atraer inversiones de empresas de manufactura avanzada, electrónica y cómputo, tecnologías limpias, dispositivos y productos médicos, o servicios profesionales y corporativos, Costa Rica tiene una fuerte competencia.
Típicamente, estas son compañías que están considerando mover a una nueva localidad lo que hoy producen en un país desarrollado.
Lo anterior, porque aun cuando las condiciones sean idóneas ahí, los costos e impuestos son demasiado altos.
Sin embargo, por la sofisticación de estas actividades, tampoco pueden trasladar la actividad a cualquier país: en África, muchos países de Asia y casi toda América Latina, las condiciones productivas, la inestabilidad de las reglas y sobre todo la calidad del recurso humano no dan la talla para operaciones sofisticadas propias de sociedades desarrolladas.
En el medio, quedamos los que nos alcanzamos como país las capacidades para poder producir competitivamente en estas actividades, mientras también tenemos las condiciones que permiten hacerlo con menor costo y más eficiencia que en el mundo desarrollado. Estamos hablando de unos veinte países. Media docena de competidores relevantes en este hemisferio, otra media docena de naciones en el este de Europa, y un número un poco mayor en los países asiáticos.
Nuestra ventaja. ¿Cómo se compite? Principalmente, con la calidad del recurso humano. Ahí tenemos nuestra gran ventaja, porque los niveles de formación siguen siendo holgados (aunque la gente con cierto entrenamiento que no está ya ocupada se nos está acabando y nos hace falta más inglés, más matemáticas, más gente con conocimiento en TIC, y más ingenieros) y porque los ticos somos excepcionales en nuestro trabajo.
También, con la calidad de la infraestructura, la logística y los servicios productivos. En esos otros temas, nos quedamos indudablemente muy cortos en relación con lo que ofrecen algunos de nuestros rivales.
Pesan también la estabilidad de la sociedad, las reglas y las condiciones para operar. Y finalmente pesan los costos y los impuestos.
Somos fuertes en algunas de esas cosas. Somos débiles en otras. Somos el destino más atractivo según unas empresas, y nos superan otros países según otras más.
Es por eso que cada cosa que se empeora –o que no se arregla– es un problema, y cada cosa que se mejora es una nueva ventaja. Todo cuenta. No alcanza con decir “podemos dañar esto, pero no importa porque tenemos lo demás”, cuando estamos compitiendo con otros que también lo tienen.
Sobre todo cuando un año atrás parecía que tendríamos proyectos públicos y privados para solventar nuestra eventual escasez eléctrica de dentro de unos años, y ahora unos y otros se ven más difíciles. Cuando teníamos hasta hace poco un proyecto para que nuestra peor debilidad se solucionara (que en el Caribe tenemos el peor puerto de cualquier país con el que compitamos) y hoy el proyecto enfrenta obstáculos. Etcétera.
Impuestos a zonas francas. Los impuestos, aunque no son el único factor, importan.
Hasta 2009, Costa Rica tuvo una exoneración total en zonas francas: las empresas no pagaban ningún impuesto directamente, aunque la actividad que provocaban generaba muchísima recaudación indirecta.
En ese año, luego de estudios, comparaciones y una larga discusión en que los diputados del PAC participaron extensamente y aportaron primero al contenido de la ley, y luego a la votación, se pasó una reforma que ponía a las empresas a pagar.
La tasa escogida en ese momento del 6% –era intermedia: no tan alta como lo que cobran México, Chile o Irlanda (entre 12,5% y 18%), o lo que se cobra en algunos países de Europa oriental (alrededor del 10%), pero más que lo que cobran otros rivales en América Latina y en casi toda Asia.
Lo que hoy proponen el Gobierno y el PAC aumenta en 15 puntos lo que se paga al Gobierno Central, y en uno o dos puntos más lo que se paga a las municipalidades. Con este aumento, ya dejamos de ser un país que cobra una tasa intermedia.
Lo que cobraríamos sería la tasa más alta entre cualquier competidor directo de Costa Rica. Más que Chile, Colombia, México, República Dominicana, Panamá y Puerto Rico, nuestros rivales directos en este hemisferio.
Más que Irlanda, y los países bálticos, que nos aventajan en otros frentes.
Más que Singapur, Malasia y casi todos sus vecinos.
¿Es eso lo que queremos? Hacer caso omiso a las discusiones y acuerdos que ya se lograron en el 2009, impedir el diálogo o ignorar lo que dicen expertos en la materia no es ni serio, ni responsable.
Incorporar nuevos impuestos sin realizar un análisis concienzudo y profesional de las implicaciones y consecuencias, y sin consultar a los que conocen de esta materia, tampoco lo es.
Todavía hay tiempo para arreglar el entuerto y hay razones muy fuertes para hacerlo.
Los diputados, además, están listos para asumir el reto.
Parafraseando a Cicerón, de hombres –y mujeres– es equivocarse; de locos, persistir en el error.
Alberto Trejos, Expresidente de Junta Directiva Cinde
Roberto Rojas, Expresidente de Junta Directiva Cinde
Luis Gamboa, Expresidente de Junta Directiva Cinde